La vida de Juan Cobo Garcia recorre algunos de los pasajes más dramáticos y decisivos del siglo XX: la infancia en un molino andaluz, la militancia obrera, la Guerra Civil, el exilio y la larga experiencia soviética.
Este relato es el resultado de una investigación personal que combina testimonios familiares, documentos procedentes de archivos rusos y españoles y conversaciones con historiadores. Un esfuerzo por reconstruir, con rigor y memoria, la trayectoria de un hombre marcado por la guerra, la represión y la necesidad constante de reinventarse.
CONTENIDOS
- Mi visita a Lopera (2023)
- El hijo del molino
Infancia en el campo andaluz (1908–1924) - Oficios, ciudades y despertar político. Trayectoria laboral y militancia incipiente (1924–1936)
- Entre la Policía Popular y la NKVD: el salto a la órbita soviética (1936–1937)
- De París a Liúblino: guerra, exilio y renacer (1937–1946)
- El largo exilio soviético (1946–1990)
- Fuentes utilizadas
1. Mi visita a Lopera
Me acercaba a Lopera, lo veía en los indicadores de la carretera. Me emocionaba el próximo encuentro con el pueblo de mi abuelo. A la vuelta de la carretera vería el lugar tan querido y añorado por él.
Viajé un fin de semana de primavera, soleado pero aún fresco. Me acompañó mi hija Sara, de once años, la biznieta de Juan Cobo. Vivirlo con ella fue una experiencia muy especial. Me ayudaba a conectar las raíces de la familia con el futuro.

Desde Madrid también me coordiné para ir con mis primos segundos, igualmente interesados en descubrir su pasado. Habíamos quedado con el cronista de la localidad, José Luis Pantoja, que amablemente nos acompañó en varios recorridos por las calles de Lopera, contando las historias de nuestras familias.
El pueblo apareció rodeado de olivos, casas blancas y una extraña sensación de que había llegado a “mi” lugar. Desde la carretera se veía el caserío compacto, los tejados bajos, la silueta de la iglesia. Todo estaba como debía estar. El aire de primavera era claro, templado, con ese olor a campo seco, a tierra y aceite que ya nunca se olvida.

Mi primera parada fue el cementerio. Caminé en silencio entre lápidas, dejándome llevar por los nombres y apellidos que leía sin prisa. Era como recorrer un archivo al aire libre, donde las familias del pueblo estaban inscritas en piedra. Me detuve varias veces con la sensación de que en esos nombres podía esconderse un cruce, un trato, una historia compartida con mis antepasados. Avanzar entre tumbas hasta llegar a la que buscaba fue, también, una forma de acercarme al pasado, paso a paso.

Finalmente, me detuve frente a la tumba de mi abuelo. Llevábamos un ramo de flores. Sus cenizas habían sido trasladadas desde Moscú en 1990, poco después de su muerte. En la lápida, encargada por mi tio Juan y por mi madre, puede leerse:
JUAN COBO GARCÍA
LOPERA 2-2-1908 – MOSCÚ 16-12-1990
LOPERA – POR FIN HE VUELTO


Esa frase resume muy bien lo que sintió y lo que le movió durante décadas en el exilio. Como la mayoría de los exiliados en la URSS, vivía con el deseo de volver a su tierra. Estar yo allí, con Sara, también era para mí un “por fin he vuelto”. Compartir con ella ese momento era importante.
Después del cementerio, recorrimos las calles del pueblo. Quería ver con mis propios ojos el lugar donde nació, creció y trabajó de joven mi abuelo.
Fui a buscar la casa familiar, la reconocí sin dudar, gracias a una fotografía tomada por mi abuela. En el reverso escribió: “Casa de Juan Cobo.”
La imagen, tomada décadas atrás, mostraba la misma fachada que hoy se mantiene en pie: una casa blanca de dos plantas, con ventanas altas cerradas con persianas y tres balcones de forja negra perfectamente alineados sobre la puerta de entrada.

Me detuve y tomé una foto frente a la casa, con la cámara colgada al cuello. La misma fachada que mi abuela identificó, y que hoy reconozco sin vacilar. Casi un siglo después, estaba allí, cerrando por un instante un hilo familiar que había permanecido tensado por la distancia.

2. El hijo del molino
Infancia en el campo andaluz (1908–1924)
Esta historia comienza a principios del siglo XX en Lopera, una población de la Campiña de Jaén asentada sobre lomas suaves y atravesada por el arroyo Salado que baja hacia el Guadalquivir.
El paisaje estaba dominado por el olivar —columna vertebral de la economía local—, aunque todavía se veían viñedos y pequeños regadíos en las vegas bajas. El casco urbano se organizaba en torno al castillo calatravo, la iglesia de la Purísima Concepción, el ayuntamiento barroco de 1605 y la Casa de la Tercia, que entonces funcionaba como bodega.
Eran años de crecimiento: de 4.577 habitantes en 1900, Lopera pasó a más de 7.000 en 1930, reflejo de una economía agrícola intensiva en mano de obra.
En este escenario nació, el 2 de febrero de 1908(en documentos indicaba 1906), Juan Cobo García, hijo de Juan de Dios Cobo Corpas y Francisca García Luque. La familia era amplia: además de Juan, los hijos de Cobo Corpas fueron Isabel, Juana de Dios, Antonia , Juan Bautista, Dominga, Aurelia y Araceli.


Fotos del albume familiar: En la primera la familia Juan y Eulogio Cobo Corpas, el niño de la izquierda mi abuelo Juan Cobo. Segunda foto Juan Cobo Corptas 52 años.
La familia se sostenía gracias al molino harinero, explotado por el padre, Juan de Dios, junto a su hermano Eulogio Cobo Corpas.

Foto del libro Imágenes y Palabras

No era un simple molino de pueblo: en torno a él giraba buena parte de la vida cotidiana y de su prosperidad. Allí se acumulaban sacos de grano, animales de corral, algún dinero en metálico y hasta objetos de uso diario.

Esa riqueza, modesta pero vital, quedó reflejada en un edicto judicial de marzo de 1906, cuando el molino fue asaltado.
“La busca de las aves, efectos y metálico robado en un molino harinero situado en el término de Lopera, y propio de Juan Cobo Corpas… Señas de los efectos: dos costales de garbanzos, un costal de trigo, 14 reales en cobre, dos pesetas en plata, un revólver de cinco tiros, una jarra de invierno, 20 gallinas y un gallo…” (Andújar, 9 de marzo de 1906).
Según relató años más tarde un anciano del pueblo, el molino de los Cobo llegó incluso a incorporar innovaciones poco habituales en la zona, como la construcción de una pequeña presa y la instalación de un generador eléctrico que permitía encender algunas luces. Estos avances, modestos pero singulares en la campiña jienense de la época, explican también la temprana fascinación de Juan por la mecánica.

Anuario Económico de la Villa de Lopera del año 1910. Foto estrella: Presa o Salto de agua en el Arroyo Salado junto al Molinillo para suministro de luz de la Fábrica de Harinas de los Hermanos Cobo. Lopera Año 1910. Fuente Cronista de Lopera
La tragedia alcanzaría más tarde a la familia de su tío Eulogio. Durante la Guerra Civil fue detenido y trasladado en los conocidos trenes de Jaén; su nombre aparece entre los presos de Lopera que sobrevivieron al asalto de agosto de 1936. No ocurrió lo mismo con sus hijos, Juan y Pedro: ambos fueron ejecutados durante la contienda, aunque las circunstancias exactas no han podido precisarse en la documentación conservada. La memoria oral del pueblo recuerda especialmente a Pedro, que trabajaba en una empresa de ingeniería en Madrid, acababa de casarse con Ana Corazón Coca y, estando ella embarazada, fueron fusilados los dos.
3 – Oficios, ciudades y despertar político
Trayectoria laboral y militancia incipiente (1924–1932)
Año 1922. Juan tiene 16 años, algo lo empuja a comenzar una vida adulta fuera de su pueblo, aquel lugar que tanto añorará durante toda su vida.
Según escribe en su autobiografía, la decisión vino marcada por la muerte de su padre y el reparto del molino familiar, que apenas daba para sostener a los siete hermanos:
«Por este motivo yo me convertí en obrero, puesto que con la cantidad que yo heredaba de mis padres no podía mantenerme».
Con apenas instrucción primaria y un instinto natural hacia la mecánica, salió de Lopera decidido a abrirse camino como mecanico.
Aquí es donde su propia voz ofrece dos relatos distintos. En los apuntes de 1939 situaba su marcha hacia Córdoba, donde comenzó a trabajar como ajustador.
En cambio, en otra autobiografía redactada en 1940, afirmaba que su primer destino fue Burdeos (Francia), donde quiso aprender el oficio de ajustador mecánico, trabajando en La Bordelesa S.H., en la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas y en los talleres de Bernardo Albo.
La diferencia no parece fruto del olvido: en 1940, probablemente le interesaba destacar una experiencia internacional en Francia, un dato que podía ofrecerle mayores oportunidades en su colaboración con los servicios de inteligencia.»
Más allá de esa doble memoria, lo que sabemos con certeza —gracias a los certificados laborales que guardó toda su vida— es el itinerario que lo forjó como obrero cualificado.
Lo de los certificados constituye otro misterio: Juan los conservó a lo largo de todas sus andanzas por España y acabó llevándolos consigo a la Unión Soviética. ¿Cuál era el propósito? ¿Contar con una documentación que pudiera resultarle útil en sus futuros “trabajos” para los soviéticos?



En enero de 1924 entró en la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas de Córdoba como ajustador, empleo que conservó hasta julio de 1926.
Al mismo tiempo, entre agosto de 1924 y febrero de 1926, trabajó como ayudante ajustador en la Fundición Cordobesa.
Estos primeros años fueron duros:
«El jornal era muy pequeño y con este motivo pasé bastantes necesidades, hasta que con el tiempo fui adquiriendo más conocimientos profesionales y haciéndome más hombre, y como consecuencia ganando más dinero y pasando menos necesidades».
En septiembre de 1926 marchó a Madrid, contratado por la Compañía Euskalduna, donde permaneció hasta mayo de 1927 como ayudante de ajustador.
Después, entre mayo y julio de 1927, figura como ajustador en la Sociedad Jareño, también en Madrid.
El salto llegó en febrero de 1928, cuando fue admitido como mecánico en las obras del Pantano del Jándula (Jaén), una de las grandes infraestructuras hidroeléctricas de la época.
Allí permaneció hasta junio de 1929. De allí pasó en julio de 1929 a los Saltos del Duero (Zamora), donde ya aparece como ajustador encargado del taller, un puesto de mayor responsabilidad, hasta octubre de ese mismo año.
En septiembre de 1930 recaló en Barcelona, incorporándose como oficial en los talleres J. J. Fondrona de Cornellà, donde trabajó hasta julio de 1931.
Su llegada coincidió con la ebullición política de la ciudad.
Allí entró en contacto con grupos sindicalistas y en diciembre de 1930 participó en la huelga revolucionaria contra la monarquía:
«En aquel movimiento fracasado yo tomé una parte activa, como consecuencia de ello se dio la primera orden de detención contra mí firmada por el entonces Gobernador de Barcelona, general Despuxol, acusándome de coacciones violentas y actividad antigubernamental».
Con la proclamación de la Segunda República en abril de 1931 se libró de esa orden. Ese mismo año participó en la huelga metalúrgica de Cornellà, integrándose en el comité de huelga como militante de la CNT. Sin empleo tras la huelga, se trasladó primero a Bilbao y luego a Pasajes (San Sebastián), donde fue encarcelado unos días tras una manifestación reprimida por la Guardia Civil.
Libre de nuevo, se dirigió a Valencia, donde residía su compañera Encarnación Ortís Calvo.
Allí, el 4 de abril de 1932, contrajeron matrimonio. Por entonces él trabajaba en distintas obras eléctricas de la zona.

Un año más tarde, el 23 de marzo de 1933, nació en Teruel capital su primer hijo, Juan Cobo Ortís, mientras su padre se encontraba destinado en Olba (Teruel).

Todo apunta a que trabajaba en la Central Hidroeléctrica de Albentosa, puesta en servicio en 1932. De no ser así, debió de estar vinculado a la C.H. Los Villanuevas, ya en el término de Olba. En cualquier caso, es casi seguro que se ocupaba en una instalación de generación, pues resultaría poco lógico destinar a un especialista en hidráulica a tareas como tender hilos o postes: la formación en esa especialidad requería años de experiencia.
Poco después, la familia se estableció definitivamente en Valencia, donde él consiguió un empleo fijo en la empresa Luz y Fuerza de Levante, como operario de primera clase.
En 1932 ingresó en la UGT, en el sindicato de Agua, Gas y Electricidad, y pronto fue elegido tesorero:
«En este sindicato yo desempeñé durante año y medio el cargo de tesorero».
En 1934 se afilió a las Juventudes Socialistas. Ese mismo año encabezó una huelga de 40 días en Luz y Fuerza:
«…sostuvimos durante 40 días [huelga] con la empresa en donde yo trabajaba, y en mi calidad de directivo de aquel sindicato me tocó trabajar mucho, siempre con riesgo de mi libertad».
Ese mismo octubre de 1934 participó en el movimiento insurreccional contra el gobierno:
«Tomé parte activa en el movimiento revolucionario de octubre como dirigente de un sindicato y como miembro de las Juventudes Socialistas».
Tras la clausura de los sindicatos después del movimiento de octubre de 1934, el suyo —afecto a la UGT— quedó prácticamente vacío de militantes. Fue entonces cuando, en Valencia, aceptó la invitación de varios compañeros para incorporarse a la CNT opositora, un sector crítico con la línea oficial anarquista de la Confederación. Como él mismo escribió años más tarde:
“Ingresé en el sindicato profesional afecto a dicha central sindical… estos sindicatos pertenecían a un grupo de sindicatos en oposición con las teorías y la táctica de la CNT oficial, que era influenciada por los anarquistas en aquel entonces”.
En esa CNT alternativa, más proclive a colaborar con otras fuerzas obreras, desempeñó cargos técnicos y administrativos hasta 1936, en un contexto de clandestinidad y gran dificultad organizativa.

Esa “oposición” no era una invención personal, sino un fenómeno real: los llamados treintistas o sindicatos de oposición, encabezados por Ángel Pestaña y Juan López Sánchez, defendían una acción sindical menos insurreccional y más constructiva, con fuerte presencia en la región levantina (véase Garrido González, El anarcosindicalismo en Valencia, 1987; también Treintismo, Wikipedia). Muchos sindicatos de Agua, Gas y Electricidad en Valencia se apartaron de la CNT oficial cuando quedaron bajo control anarquista, organizándose como estructuras propias en paralelo (Milicias de la CNT de Levante, Wikipedia).
Ante la falta de locales para reunirse clandestinamente, surgió la idea de fundar un Ateneo cultural, fachada legal para la reunión de sindicalistas y militantes:
«En vista de todo esto se pensó en crear un ATENEO, el cual debía de aparecer ante las autoridades como un centro de carácter cultural y artístico, pero que en el fondo fuera la casa en donde se reunieran todos los activistas sindicales y políticos de la capital. Esto se realizó y yo fui nombrado Secretario de dicho organismo».
Juan orientó el Ateneo hacia el comunismo:
«Yo por aquella fecha ya simpatizaba con el Partido Comunista, y me impuse la tarea de atraer a este centro, o sea, al Ateneo del cual yo era Secretario, a los camaradas más caracterizados del Partido Comunista en Valencia, para que ellos, explicando la política del partido, atrajeran hacia el mismo a aquellos elementos obreros que desarrollaban sus actividades en dicho centro».
Figuras destacadas acudían a dar conferencias:
«Con este objeto frecuentaron y dieron conferencias los camaradas miembros destacados del partido en Valencia: Ángel Gaos, Renau, Sanchis y otros. En todo esto me ayudó y me orientó el camarada Surio, viejo militante del partido en Valencia».
Los nombres citados podrían corresponder a referentes de la militancia comunista y del mundo cultural valenciano en los años treinta. Ángel Gaos (1908–1990), jurista y militante del PCE, encarnaba la faceta intelectual, muy ligado a la revista Nueva Cultura. Josep Renau (1907–1982), cartelista y agitador visual, era ya entonces una de las figuras más destacadas de la propaganda comunista y del Frente Popular. El apellido Sanchis apunta con fuerza a Joaquín Sanchis Serrano, “Finezas” (1889–1957), fotógrafo que documentó tanto a la CNT como al PCE en Valencia, y cuya cámara se convirtió en testigo de actos y congresos del partido. Y, finalmente, el camarada Surio, probablemente Arturo Surio García, veterano militante comunista valenciano, fusilado en Paterna en 1940.
Sgun relata Juan, mantiene el cargo de secretario hasta agosto de 1936, cuando ya la guerra había estallado.
Para entonces su evolución política era definitiva: en octubre de 1935 causó baja en las Juventudes Socialistas, y en enero de 1936 ingresó en el Partido Comunista de España, con una declaración tajante:
«Fui a él convencido de la justeza de su política, y dispuesto a cumplir sin réplica todas las faenas que se me dieran a realizar».

Estos datos proceden principalmente de la autobiografía política que Juan redactó en Moscú en 1938, conservada en los archivos de la Internacional Comunista. Conviene leerla con cautela: no era un relato íntimo, sino un documento dirigido a las autoridades soviéticas, que solía ajustarse a los códigos y necesidades del momento. Era frecuente resaltar un origen campesino u obrero, exagerar méritos revolucionarios o silenciar episodios incómodos, pues de ese “histórico” dependía en gran medida el futuro laboral y político del interesado. Aun así, se trata de una de las pocas fuentes directas que nos acercan a la vida de Juan, y que, puestas en su debido contexto y bajo mirada crítica, ofrecen información de enorme interés sobre su trayectoria.

Según el relato que él mismo trasladaba después a las autoridades soviéticas, en estos años Juan Cobo pasó de ser un joven obrero andaluz, formado de manera autodidacta, a convertirse en un militante con experiencia sindical, vinculado a los movimientos obreros y al proyecto de transformación social que empezaba a consolidarse en la España republicana.
Fue una etapa de tránsito personal e ideológico, en la que los oficios, las ciudades y los conflictos del trabajo diario alimentaron una conciencia que marcaría su destino en los años siguientes.
4. Entre la Policía Popular y la NKVD: el salto a la órbita soviética (1936–1937)
Julio de 1936. La sublevación militar sorprendió a Juan en Valencia, ya como militante del Partido Comunista y secretario del Ateneo obrero. En su autobiografía recordaba cómo, al estallar la rebelión, se le encomendó organizar un grupo de resistencia en su barrio:
«Cuando empezó el movimiento fascista de julio del 36 en el Radio Museo, al cual yo pertenecía, se me encargó de un grupo de camaradas, y pasamos a formar parte de unas fuerzas que el partido organizaba para hacer frente a los militares en caso que éstos se decidieran salir a la calle. Esto no ocurrió, pero sí que hubo necesidad de sacarlos de los cuarteles. En este trabajo nuestro grupo actuó muy activamente».
En Valencia el golpe fracasó desde los primeros días: la mayor parte de la guarnición se mantuvo fiel a la República y el poder efectivo pasó al Comité Ejecutivo Popular (CEP), constituido el 22 de julio de 1936 por partidos del Frente Popular y sindicatos como la CNT y la UGT. El CEP asumió las funciones del Gobierno Civil y organizó la seguridad y las milicias en la provincia.
En ese marco Juan fue destinado por el Partido Comunista a integrarse en la llamada Policía Popular, bajo control del Comité. Así lo recordaba él mismo en su autobiografía:
«Después de esto el camarada Mateu, miembro del C.P. del partido en Valencia, me mandó al Gobierno Civil para formar parte de la Policía Popular. Allí estuve siempre controlado por el camarada José Antonio Uribes y por el camarada Talens, los cuales eran delegados por el comité central el primero y por el comité provincial el segundo para controlar este trabajo en Valencia».
José Antonio Uribes, dirigente comunista, estaba en el Comité Ejecutivo Popular de Valencia como responsable de la sección de Milicias, y Talens era delegado provincial del PCE. El contexto general explica el peso de estas responsabilidades.
Tras el asedio de Madrid, el Gobierno de la República se trasladó a Valencia en noviembre de 1936. La ciudad se convirtió en centro político y diplomático, con ministerios, embajadas y servicios de inteligencia extranjeros instalados en ella.
En ese marco surgieron las “checas”, cárceles clandestinas de represión política.
Algunos autores han identificado a Juan Cobo como responsable de la checa de Santa Úrsula, instalada en el antiguo convento del mismo nombre. Este centro de detención e interrogatorios funcionó en Valencia bajo la órbita de las estructuras políticas del Frente Popular y del Servicio de Información Militar (SIM).
En la Causa General de Valencia (pieza 4, Checas) aparecen numerosas menciones tanto a Juan Cobo como a Juan Cobos, señalados como comisarios del Partido Comunista y relacionados con la actividad represiva en la checa de Santa Úrsula y en la de Plaza Tetuán. En varios testimonios se les cita junto a otros responsables, como Justiniano García o el capitán Vázquez. Cabe añadir que uno de los carnés policiales conservados de mi abuelo fue expedido también con el apellido “Cobos”.
Conviene subrayar que estas referencias proceden de un sumario judicial instruido en la posguerra franquista, en un contexto marcado por la intencionalidad política y propagandística, lo que exige analizarlas con especial cautela.




Aunque Juan no la menciona en su autobiografía, sí dejó una nota final significativa: «Para más detalles sobre mi trabajo en el Partido, dirigirse al camarada Uribes o al camarada Talens», lo que sugiere que ciertas tareas —probablemente las más delicadas— quedaron fuera de lo escrito.
La documentación conservada confirma su integración formal en el aparato republicano: el 2 de diciembre de 1936, en Madrid, se le expidió un carnet oficial del Cuerpo de Investigación y Vigilancia de la Dirección General de Seguridad, donde figura como agente de 3ª categoría.


En su autobiografía, él mismo precisa que entre julio de 1936 y febrero de 1937 estuvo al frente de la Sección de Extranjeros de la Policía Popular en Valencia y que, además, recibió un nombramiento interno del partido:
«Por esta época y nombrado por los camaradas Uribes y Talens desempeñé el cargo de responsable político de todos los agentes del partido en Valencia, en este trabajo de policía e interviniendo en infinidad de asuntos todos ellos de importancia».
Es curioso que Juan, en sus escritos, siempre se presente ocupando un cargo de responsabilidad —llegando incluso a llamarse “comisario”—, mientras que en su carné oficial figura simplemente como agente de 3.ª categoría del Cuerpo de Investigación y Vigilancia. Esto abre dos lecturas posibles: o bien exageró deliberadamente sus funciones, inventándose una posición que nunca tuvo, o bien existía un doble juego de jerarquías, de modo que ante el PCE y en sus estructuras internas era considerado comisario, mientras que en la policía republicana constaba como un agente modesto más.
En los primeros días de enero de 1937, Juan Cobo García elevó una solicitud formal dirigida al Ministerio de la Gobernación en la que pedía ser admitido en el recién creado Cuerpo de Seguridad, concretamente en el denominado “Grupo B”, dentro de la Sección de Servicios Especiales. En su escrito recordaba que desde octubre de 1936 prestaba servicio en la Brigada de Información y Extranjeros de la Comisaría de Orden Público de Valencia, y que anteriormente había trabajado como montador mecánico en la Compañía de Luz y Fuerza de Levante. Alegaba además su pertenencia al Partido Comunista, avalada por los sellos del Comité Provincial de Valencia y de la Dirección General de Seguridad, y subrayaba que, aunque no había estado en ningún frente de batalla, su labor en la capital había sido considerada necesaria por las autoridades.

El año 1937 fue el más oscuro. La lucha de Stalin contra Trotski, que en la Unión Soviética había desembocado en procesos, purgas y asesinatos, se trasladó a España bajo la forma de una ofensiva contra el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Para el estalinismo, Nin y sus seguidores eran vistos como “trotskistas” y, por tanto, enemigos internos tan peligrosos como los propios fascistas.

Andreu Nin, en un foto d’Agustí Centelles.
Así, lo que en Moscú se presentaba como una cruzada para liquidar a la oposición trotskista, en la retaguardia republicana se transformó en la lucha del PCE —respaldado y dirigido en la sombra por la NKVD— contra el POUM. La eliminación del partido de Nin no fue solo un ajuste de cuentas local, sino parte de un engranaje más amplio: la exportación de la guerra interna del comunismo soviético a suelo español.
El secuestro y asesinato de Andreu Nin, perpetrado el 22 de junio de 1937, fue la culminación de esta ofensiva. La operación, conocida como Operación Nikolái, fue diseñada en Moscú y ejecutada en España por el NKVD bajo la dirección de Alexander Orlov, con la participación de agentes como Iosif Grigulevich y Naum Eitingon, en estrecha colaboración con los aparatos de seguridad republicanos.

Alexander Orlov en una fotografía para un pasaporte falso, hacia 1930 – ASC

Iosif Grigulevich foto de un carnet de POUM

Nin fue detenido en plena Rambla de Barcelona por agentes de la Brigada Especial de Madrid, trasladados expresamente para esta misión, y conducido en secreto hasta una instalación clandestina donde fue ejecutado. El plan buscaba simular una deserción para evitar su conversión en mártir.
Según el Archivo Mitrojin, Grigulevich no solo intervino en esta operación, sino también en el entrenamiento de agentes y en la elaboración de documentos destinados a desacreditar públicamente al POUM.
Hoy sabemos que el operativo no se apoyó únicamente en la maquinaria soviética. El Cuerpo de Investigación y Vigilancia (CIV), a través de su Brigada Especial adscrita a la Dirección General de Seguridad, proporcionó la cobertura legal y policial necesaria para que los agentes soviéticos actuaran. Grigulevich operaba incluso con placa oficial del servicio de seguridad republicano, muestra de cómo la combinación fue letal: legalidad republicana y clandestinidad soviética entrelazadas en una misma operación.
No existen documentos que vinculen directamente a Juan con la eliminación de Nin, pero los círculos en los que se movió en Valencia, su amistad en la URSS con Grigulevich, su salida urgente de España en las mismas fechas del crimen y los testimonios de su hijo, que llegó a contar que su padre habría sido testigo de la ejecución, lo relacionan inevitablemente con la operación. La coincidencia temporal entre la liquidación de Nin y la evacuación de Juan bajo identidad falsa refuerza la hipótesis de su proximidad a estos hechos: un eslabón más de una cadena en la que la historia oficial y la memoria familiar se cruzan en la penumbra.
El final de Andreu Nin llegó en los últimos días de junio de 1937, muy probablemente alrededor del 22 de junio, cuando fue ejecutado en secreto tras intensos interrogatorios. La versión más extendida sitúa su muerte en el chalé de Alcalá de Henares, utilizado como centro clandestino por el NKVD, aunque otras hipótesis lo ubican en la carretera de Madrid a Albacete, cerca de La Roda, o en las inmediaciones de Perales de Tajuña. Nunca se halló su cuerpo: la desaparición formaba parte esencial del plan, borrar cualquier huella y alimentar la versión oficial de una supuesta fuga hacia el enemigo. Décadas más tarde, mi tío Juan —hijo de Juan Cobo— sostuvo que su padre le había revelado el lugar exacto del asesinato y que lo anotó en un papel. Con esa pista, contactó con Legina para organizar una búsqueda alternativa a la que se estaba desarrollando en Alcalá, convencido de que la verdad se escondía en otro paraje. Esa ausencia —un cadáver que no apareció nunca— convirtió la muerte de Nin en un símbolo incómodo, el eco silenciado de una purga estalinista en suelo español.
En el verano de 1937, Juan fue evacuado de España bajo el nombre de Manuel Torres González. El pasaporte republicano expedido el 5 de agosto de 1937 conserva los sellos: cruzó por Dover el 28 de agosto y llegó a Leningrado el 2 de septiembre de 1937 a bordo del vapor Sibir, utilizado para evacuaciones discretas organizadas por los soviéticos. En el archivo familiar se conservan tanto su pasaporte como el de Encarnación Ortís Calvo. Las fechas no coinciden exactamente, lo que sugiere que viajaron por separado hasta encontrarse en el puerto de embarque.


Además del pasaporte, el archivo familiar guarda otros documentos que acreditan su implicación política en esos años. Entre ellos, un carnet de la CNT, del sindicato de Agua y Electricidad de Valencia, fechado el 1 de diciembre de 1934; un carnet del PCE con las cuotas selladas en 1936; y un carnet del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), emitido en Barcelona en 1934 bajo el nombre de Manuel Torres. Este último es particularmente revelador: la identidad de Manuel Torres —la misma que utilizó para salir de España— pudo haber sido empleada ya en trabajos de inteligencia en Cataluña.

La elección del nombre tampoco era inocente. Coincidía con el de su cuñado, Manuel de Torres González, veterinario de Lopera y marido de su hermana Antonia. El cronista local José Luis Pantoja relató que fue detenido en la plaza del pueblo por milicianos el 25 de diciembre de 1936, delante de su esposa, y conducido al monte, donde lo fusilaron. Sus restos nunca aparecieron. No sabremos si Juan eligió aquel nombre consciente de esa tragedia, pero es posible que el alias resultara aún más verosímil precisamente por estar ligado a alguien ya muerto.

Manuel de Torres González junto a Antonia Cobo
Décadas más tarde, en 1968, Juan reanudó la correspondencia con su hermana Antonia. En una de sus cartas escribió:
«Leí con verdadero placer las letras que me mandabas en la última carta, tu letra es la misma que hace cuarenta y cinco años… pero tú después de todo pareces una heroína, cuánto habrás tenido que sufrir para criar una familia tan numerosa… Jentes como tú son los que pagaron el pato de aquella enorme tragedia… Qué crueles somos los hombres, y cuántas ambiciones desmesuradas tienen a la humanidad continuamente en tensión… En fin, qué le vamos a hacer».
Era un reconocimiento tardío pero sincero, y también un testimonio de conciencia implícita sobre su posible responsabilidad —directa o indirecta— en los hechos que habían marcado a su familia.
Así, en apenas un año, Juan pasó de dirigente sindical y secretario de un Ateneo obrero a ser jefe de la seguridad comunista en Valencia, agente reconocido de la Dirección General de Seguridad, colaborador estrecho de la NKVD y, finalmente, evacuado a la URSS con identidad falsa junto a su familia. Fue considerado un cuadro valioso para tareas internacionales, lo que explica que su destino inmediato, compartido con otros españoles seleccionados, fuera formar parte del dispositivo que Stalin preparaba para eliminar a León Trotski.
5. De París a Liúblino: guerra, exilio y renacer (1937–1946)
En el verano de 1937, poco después del secuestro y asesinato de Andreu Nin, el Partido decidió evacuar a Juan. Según explicó después, su labor como jefe de los servicios especiales en Valencia y el frente de Teruel lo había convertido en objetivo de “elementos reaccionarios” dentro del propio Gobierno republicano, y fue enviado a la URSS por decisión orgánica.
Lo más probable es que su evacuación fuese orquestada por el NKVD y no por el PCE.
La operación se hizo bajo identidad falsa: el 5 de agosto de 1937 se le expidió un pasaporte a nombre de Manuel Torres González. Los sellos del documento trazan el recorrido: cruzó a Inglaterra por Dover el 28 de agosto, y llegó a Leningrado el 2 de septiembre de 1937 a bordo del vapor soviético Sibir.
En el archivo familiar se conserva también el pasaporte de Encarnación Ortís Calvo y una fotografía tomada en París, donde aparece junto a su hijo Juan.

Esa imagen demuestra que madre e hijo pasaron por la capital francesa en el camino hacia el exilio. No sabemos si viajaron todo el trayecto juntos o en distintos momentos, pero la ruta París–Inglaterra–URSS fue la vía por la que la familia dejó definitivamente España.
Durante los primeros meses en la URSS, la situación fue de tránsito: alojamientos en hoteles de Moscú, residencias del Komintern y internados para niños españoles.
El hijo recordaba que hasta 1942 llevó el apellido Torres y fue inscrito en Krasnovídovo y Obninsk junto a otros niños evacuados. Juan no aparece con empleo estable hasta 1939, cuando se incorpora a la fábrica de locomotoras de Kolomna.

Como certificado del buen gusto y como recuerdo de esta época te lo mando con todo el cariño tu Juan.
Odesa, 16-6-39
Según cuenta su hijo, en Moscú Juan estaba destinado a formar parte del grupo especial que Naum Eitingon organizó para la liquidación de Trotski. A Eitingon lo conocía bien de España, donde se presentó con los seudónimos de Kotov y Leonid. Entre ellos se forjó una relación de amistad que duraría toda la vida, tanto en los momentos de ascenso de Eitingon como en sus caídas, cuando acabó dos veces preso en Lefortovo y en el penal de Vladímir.
Juan no podía olvidar que había compartido con aquellos hombres operaciones difíciles y peligrosas, en las que se arriesgaba la vida y se dependía de la lealtad del compañero. Muchos de aquellos camaradas soviéticos terminaron fusilados por orden de Stalin a su regreso a la URSS, y otros padecieron represión incluso después de la muerte del dictador.
En vísperas de una nueva operación le comunicaron que debía ponerse bajo las órdenes de José Grigulevich —Artur—, a quien también había tratado en España. Su hijo recuerda: “Padre explicó que no podría trabajar bajo su mando, que solo podía hacerlo por convicción, de lo contrario sería como arrojarlo al agua sin saber nadar”. La negativa fue tajante: “Ese hombre aprieta demasiado fácil el gatillo del revólver, y eso puede arruinar toda una operación”.
En otras circunstancias, semejante gesto habría significado la muerte. Pero a los españoles en la URSS se les tenía una consideración especial, fruto de la simpatía que despertaba la Guerra Civil. Además, eran los viejos conocidos de España quienes mediaban en el caso. Por eso, en lugar de sanciones le preguntaron directamente: “¿Qué quieres hacer entonces?”. La respuesta de Juan fue firme: “Quiero trabajar en mi especialidad”.
En aquel tiempo a mis padres les habían ofrecido apartamentos en Moscú, primero en la calle Gorki, en una vivienda marcada por la reciente detención del marido de una de sus vecinas; luego en un bloque del Arbat donde vivían familias de escritores y militares. Pero ellos rehusaron ambos alojamientos. Finalmente se trasladaron a Golútvin, junto a Kolomna, donde a Juan lo destinaron como maestro en la fabrica de locomotoras del. Allí, en un modesto cuarto de un internado obrero compartido con otros emigrados españoles, comenzó su nueva vida lejos de los servicios especiales.

Foto tomada a los pocos días de llegar a Moscú, en el Hotel Metropol. 1938.
En Kolomna, desde septiembre de 1939 hasta octubre de 1941, trabajó como ajustador en la fábrica de locomotoras Parovozostroitelny Zavod. Allí residía en el Dom Internacional, junto a comunistas de otras nacionalidades.
El 22 de junio de 1941, la invasión alemana —la Operación Barbarroja— cambió radicalmente la vida de la familia.
Moscú comenzó a sufrir bombardeos y racionamientos, y el gobierno soviético ordenó la evacuación de miles de civiles.
Muchos españoles fueron incluidos en convoyes hacia Asia Central. En octubre de 1941, Juan, Encarnación y su hijo fueron enviados a Kokand (Uzbekistán).
Juan hijo recuerda asi la llegada a la ciudad:
“En Kokand al principio, como era habitual, vivimos en un colectivo de españoles —en una casa de una sola planta, en cuya habitación nos instalamos tres familias. La ciudad estaba abarrotada de evacuados que arrasaban con todo, los alimentos desaparecían rápido y con las cartillas casi no daban nada: comenzó el hambre”.
El padre se emplea como mecánico en la fabrica de algodon nº 1. Encarnación tambien trabaja en la fabrica. Esto le permite a la familia obtener una pequeña habitación en el edificio de la administración de la fábrica.

Certificado de trabajo de Encarnación en la Fabrica de Algodon.
En esos paseos por la ciudad, el hijo recordaba una lección de su padre que quedó grabada para siempre:
“Papá, vamos rápido a casa, tengo hambre”. – “Si vas a casa y sabes que allí encontrarás aunque sea algo de comer, entonces solo tienes ganas de comer. Pero si vuelves a casa y no hay nada, y no se sabe cuándo lo habrá, entonces eso es hambre”.
La tragedia más dura llegó en 1942. Encarnación dio a luz a un niño al que llamaron Carlos (“Carlitos”), nacido en plena evacuación en la calle Karl Liebknecht de Kokand:
“Víctima del hambre fue también mi hermano Carlitos, llamado así porque mamá lo dio a luz… en plena calle Karl Liebknecht…”.
El parto fue tan rápido que ocurrió a pocos metros del hospital, cuando su padre la conducía andando por falta de transporte. Al día siguiente, Juan le mostró a su hijo mayor la mancha en el suelo donde había nacido su hermano. La familia lo alimentaba con papillas de agua, vendiendo la ropa traída de España para comprar grano en el mercado. El bebé lloraba de hambre, hasta que una noche, al cumplir seis meses, dejó de respirar:
“Yo fui el primero en descubrirlo. Dormía junto a su cuna, por la mañana lo toqué y ya estaba frío”.
Juan padre ya no estaba en Kokand: había marchado a Moscú para lograr su alistamiento en el Ejército Rojo. Fue entonces cuando intervino un amigo de la familia, el célebre guerrillero:
“…su amigo, el legendario ‘Chapáyev español’ Valentín González, para entonces mundialmente conocido como ‘el Campesino’, vino con unas tablas sin cepillar y unas herramientas, clavó un pequeño ataúd para Carlitos y lo llevó en una carretilla al cementerio”.
El recuerdo de Carlitos, nacido en una acera y muerto en la hambruna, acompañó siempre al hermano mayor y quedó como el símbolo más desgarrador de aquellos meses en Kokand.
En el verano del 1943, Juan consiguió alistarse como voluntario en el Ejército Rojo. Según su ficha biográfica, sirvió en el NKVD hasta 1945.

Fue destinado a la ОМСБОН/OMSBON (Brigada Motorizada Independiente de Propósito Especial), un cuerpo organizado por viejos conocidos de Juan de su época en la Guerra Civil. Esta unidad, creada dentro del NKVD por Sudoplatov, Eitingon y Stárinov, tenía la misión de formar grupos especializados en guerrilla y sabotaje tras las líneas enemigas.
Dentro de esa formación surgió la 4.ª Compañía Española, compuesta por unos 119 hombres y 6 mujeres— bajo el mando del comandante Domingo Ungría y con el comisario político Peregrín Pérez Galarza.
Peregrín era valenciano y podría muy bien haber sido amigo o conocido de Juan Cobo por su militancia compartida en el PCE. Otros nombres conocidos de la 4.ª compañía, aparte de Ungría y Pérez Galarza, no están tan bien documentados por nombre, pero todos eran exiliados republicanos con experiencia guerrillera
En la 4.ª Compañía Española de la OMSBON también se encontraba Agustina Esteban Barriel, a quien recuerdo de mi infancia y que estuvo muy vinculada a nuestra familia. Nacida en Barcelona en 1915, llegó a la URSS tras la Guerra Civil. Durante la defensa de Moscú se incorporó como miliciana y, tras recibir instrucción en cursos especiales, pasó a desempeñarse como operadora de radio en la compañía española. Es posible que en ese entorno de formación técnica coincidiera con Juan. Tras la guerra vivió en Moscú hasta su fallecimiento en 2005.


Agustina Esteban junto a mi abuela Encarnación
El hijo recordaba visitar a su padre en las barracas de Cherkízovo —hoy el estadio del Lokomotiv(Moscú)— y escuchar los relatos de los combatientes.
Juan quiso unirse a las operaciones de frente, pero un accidente en la descarga de troncos le fracturó una pierna.
Como se puede ver en el certificado, permaneció ingresado en un hospital militar del NKVD entre finales de 1943 y comienzos de 1944, como consecuencia de una fractura en la clavícula derecha. El documento confirma que durante ese periodo estuvo bajo tratamiento y, finalmente, fue dado de alta con recuperación completa, reincorporándose a su unidad a inicios de enero de 1944.

Desde entonces fue destinado como arméshnik, encargado de reparar y enseñar el manejo de armas alemanas capturadas: fusiles, ametralladoras y lanzagranadas. Sus habilidades técnicas, forjadas desde Córdoba y los Saltos del Duero, encontraban ahora un lugar en el corazón del aparato militar soviético.
De diciembre de 1942 a marzo de 1945 permaneció en filas. Al ser desmovilizado, fue asignado como maestro de sección en la fábrica nº 30 de Moscú, vinculada a la producción bélica.
En diciembre de 1946 fue transferido al Remeslennoe Zheleznodorozhnoe Uchilische nº 2 de Liúblino, donde trabajó como maestro–instructor con la juventud española evacuada.

En 1946, Lublino era todavía un municipio independiente del óblast de Moscú, a medio camino entre el campo y la gran ciudad. El paisaje lo marcaban las vías del ferrocarril y la estación de clasificación de Lyublino-Dachnoye, siempre llena de humo, vagones y obreros. A su alrededor se extendían casas bajas de madera y algún bloque modesto levantado para los trabajadores del gran taller metalúrgico local, el Lyublinski Litейно-Mekhanicheski Zavod, que producía piezas para el material ferroviario
La vida familiar fue dura pero siguió adelante. Encarnación y su hijo sobrevivieron en Liúblino en condiciones de penuria: barracones colectivos, baños y agua en el patio, colas interminables de abastecimiento. En medio de esa dureza, la vida volvió a abrirse paso.
El 1 de mayo de 1946 nació en Moscú su hija Elena Cobo Ortís (mi madre), la primera de la familia en llegar al mundo en suelo soviético, después de una década marcada por la guerra, el exilio y la pérdida. Fue un día primaveral, jornada de celebración del Día del Trabajo, cuando la familia comenzaba a escribir una nueva etapa en tierras sovieticas.
6. El largo exilio soviético (1946–1990)
En los años siguientes trabajó en la Fábrica Experimental de Neumáticos de Moscú, primero como jefe de taller y más tarde en la sección experimental.
En un informe interno de 1954 se lo describía como “activo pero bastante egoísta y engreído, políticamente débilmente preparado, indiscreto”, aunque también se reconocía que era “listo, con intuición y audacia, de vida privada correcta y con actitud positiva hacia la Unión Soviética”.
A pesar de ese retrato crítico, mantuvo su puesto y se integró en la comunidad de exiliados.
Su mayor frustración era no ser reconocido como miembro de pleno derecho del PCUS. En abril de 1958 escribió directamente a Nikita Jruschov:
“Cuando yo ingresé en el Partido Comunista y vine aquí, de hecho dejé de ser comunista: tengo que abandonar las reuniones porque no soy del PCUS. Esto es un absurdo que me ha costado muchos sufrimientos. Yo quiero ser comunista en España y en Rusia y en cualquier parte que esté, pues por ser comunista luché, por ser comunista vine a la URSS, por ser comunista Franco me tiene condenado a muerte, por ser comunista dejé mi casa, mis amigos, mi patria”.

El Comité Internacional del PCUS respondió con rapidez. El 7 de mayo de 1958 se elaboró un informe donde se relata que el secretario de la célula de su fábrica, camarada Kasheev, habló personalmente con él para explicarle que podía solicitar su ingreso “en las mismas condiciones que cualquier ciudadano soviético”.
Tras esa conversación, Juan aceptó la explicación y retiró su protesta, aunque la carta quedó archivada en su expediente personal como recordatorio de su inconformismo.


Con los años sesenta y setenta, cuando la emigración española en la URSS comenzó a plantearse el retorno, Juan también lo intentó. Quería volver a Lopera, convencido de que el clima español le alargaría la vida. Según recordó su hijo, tras la marcha de su hija Elena a Madrid en 1970, Juan inició los trámites para regresar, llegando incluso a vender muebles y electrodomésticos.

No dudaba de que obtendría el permiso, pues desde 1956 el retorno de emigrados españoles había sido facilitado.
Segun cuenta su hijo Juan ocurrió lo siguiente.
“A él en Moscú no le negaron el permiso. Sin embargo, lo visitaron en casa, en Volgogradski Prospekt, varios oficiales del KGB, dos de ellos coroneles. Le hablaron con respeto, diciéndole que lo consideraban uno de los más valientes y célebres veteranos de la inteligencia soviética. Y le advirtieron que en España tenía muchos enemigos que podrían vengarse, poniendo en peligro no solo su vida, sino la de toda la familia”.
Probablemente era un argumento sin base real, pero Juan se conmovió. Los oficiales desplegaron entonces una oferta generosa, que aseguraron estaba personalmente aprobada por el jefe del KGB, Yuri Andrópov. El paquete incluía:
- Estancias pagadas cada invierno en sanatorios de Yalta o Sochi.
- Una dacha en el área de Moscú para los veranos.
- Tratamientos médicos anuales en hospitales del Kremlin.
- Medicamentos y atención prioritaria.
- Un oficial–enlace siempre disponible para resolver sus necesidades.
“Y lo más asombroso”, recordaba su hijo, “es que el KGB cumplió esas promesas durante años, casi hasta la Perestroika. Cuando mi hermana regresó de Madrid tras separarse, incluso le concedieron un buen piso en el centro para no incomodar a mis padres, pero cerca de ellos”.
Juan, impresionado por aquel trato y el reconocimiento simbólico, aceptó quedarse en Moscú. A cambio de renunciar a su regreso a España, vivió con privilegios reservados a la nomenklatura soviética: pensión especial, acceso a tiendas cerradas al público, vacaciones subvencionadas y atención médica de alto nivel.
El retiro forzoso por problemas de salud fue un golpe devastador. Como relató su hijo:
“Padre era un hombre activo y enérgico, por eso la jubilación forzada fue para él un golpe tremendo. Luego vinieron un primer derrame cerebral, después otro, y luego un tercero. Le costaba hablar, moverse, caminar. Finalmente quedó postrado en cama hasta su muerte en 1990. Tenía un solo sueño: volver a su tierra natal. Pensaba que el clima español lo salvaría, que le daría más vida”.
Ese regreso nunca llegó en vida. La historia lo retuvo en Moscú, donde pasó más de medio siglo. Solo muchos años después, cuando ya había fallecido, sus cenizas emprendieron el camino de vuelta a España, cumpliéndose de algún modo el anhelo de regresar a su tierra natal.

Lo recuerda sentado junto a las radios que Encarnación le hacía llegar desde Madrid, pasando horas moviendo el dial en busca de emisoras españolas. Quería oír la lengua, la música, las canciones de su tierra. Era su manera de volver a casa, aunque fuera a través de las ondas.
Juan Cobo García murió en Moscú en 1990, a los 84 años. No pudo regresar a España ni cumplir su último deseo de ser enterrado en Lopera. Su vida quedó marcada por la paradoja de tantos exiliados: combatiente, comunista, ciudadano soviético, pero con el corazón siempre pendiente de la voz de su patria lejana.
📚 7. Fuentes utilizadas
1. Fuentes documentales
- Apuntes autobiográficos en siete cartillas de Juan Cobo García (Moscú, 1939, Archivo de la Internacional Comunista).
- Ficha biográfica de Juan Cobo García (Archivo de la Internacional Comunista, Moscú).
- Certificado de la Cruz Roja soviética (1939–1946).
- Informes internos del PCE y del PCUS (1954, 1958).
- Carta de Juan Cobo García a Nikita S. Jruschov (27 de abril de 1958 rchivo de la Internacional Comunista, Moscú).
- Informes de respuesta del PCUS sobre la carta a Jruschov (7 de mayo de 1958 rchivo de la Internacional Comunista, Moscú).
2. Fuentes testimoniales
- Recuerdos de Juan Cobo Ortís (hijo):
- Когда я был Торресом (Cuando yo fui Torres), manuscrito.
- Люблино без Достоевского (Liúblino sin Dostoievski), manuscrito.
- Testimonios orales familiares, especialmente los recuerdos transmitidos por sus nietos (ej. las radios sintonizando emisoras españolas en Moscú).
3. Fuentes de contexto histórico y obras secundarias
- Causa General (Archivo Histórico Nacional, Madrid): referencias a la Checa de Santa Úrsula y la Comisaría de Servicios Especiales en Valencia.
- Archivo Mitrojin: informes sobre la Operación Nikolái y la implicación de Iosif Grigulevich y Naum Eitingon en la eliminación de Andreu Nin.
- Paul Preston, El holocausto español.
- Helen Graham, La Guerra Civil Española.
- Enrique Moradiellos, Historia mínima de la Guerra Civil española.
- Sergei Mazov y otros autores sobre la emigración española en la URSS.
- Memorias de exiliados españoles en la URSS (Valentín González “el Campesino”, Rubén Ruiz Ibárruri, etc.).
- Roque Serna Martínez. Heroísmo español en Rusia. — Madrid, 1981, pp. 30–34, 41–44, foto // Роке Серна Мартинес. Испанский героизм в России. — Мадрид, 1981, стр. 30–34, 41–44, фото.
- Ángel Luis Encinas Moral. Fuentes históricas para el estudio de la emigración española a la U.R.S.S. (1936–2007). — Madrid, 2007, p. 282 // Анхель Луис Энсинас Мораль. Исторические источники для изучения испанской эмиграции в СССР (1936–2007), стр. 282.
- Щеглов А. Ф. Испанские воины-добровольцы, воевавшие в период Великой Отечественной войны в рядах Красной армии. — Relga.ru : исследование. 2022. 7 февраля (вып. 12, № 2 [392]).
4. Archivo familiar
- Fotografías.
- Cartas personales.
- Documentación personal: Cartnets, Pasaportes, etc.










































































