Recuerdo este papel, mi tío Juan Cobo lo conservaba junto al resto de papeles de la familia Rodríguez Danilevski.
A esta hoja le daba mucha importancia, y no me extraña.
Tras su fallecimiento, todos esos documentos fueron trasladados al Archivo Nacional de Cataluña, donde hoy se conserva el salvoconducto original.
Amarillento por el tiempo, plegado en dos y con un mecanografiado firme pero algo irregular, en su encabezado se leía, en letras cirílicas y en castellano, el nombre de Mijaíl Koltsov, el célebre corresponsal del Pravda, escritor y enviado personal de Stalin a España.
Al final del texto aparecía su firma, modificada al estilo español, y junto a ella un sello circular con el escudo de la Unión Soviética.
A primera vista parecía un sello oficial, pero en realidad era una improvisación: el relieve pertenecía al anverso de una moneda soviética, impregnada en tinta y estampada sobre el papel.

Según me contó mi tío, la situación no permitía ni un minuto de retraso para buscar un sello oficial, pero Koltsov sabía bien el peso que un sello, aunque improvisado, podía dar a un salvoconducto. Ese círculo bastaba para abrir puertas y garantizar el paso en medio del Madrid sitiado.
El documento decía:
“Alejandra Danilevsky viuda de Rodríguez, que trabaja conmigo como secretaria-traductora, se dirige a Valencia y a Alicante para asuntos relacionados con los servicios que me presta, por lo cual ruego a todas las organizaciones oficiales y del Frente Popular le den toda clase de facilidades en el viaje que realiza con este fin.
Madrid, 1 de noviembre de 1936.
El Redactor Jefe del diario Pravda de Moscú, órgano central del Partido Comunista de la Unión Soviética.
M. Koltsov.”
En aquellos días, salir de la capital era una tarea llena de riesgos. Las tropas nacionales avanzaban y los combates se acercaban peligrosamente a Madrid; en pocos días, el Gobierno de la República se trasladaría a Valencia. Cada puesto de control era una barrera que podía truncar un viaje. Alejandra Danilevskaya, viuda de Rodríguez e hija del novelista ruso Grigori Danilevski, trabajaba entonces como secretaria-traductora para Koltsov. Sus hijas, Julia y Elena, colaboraban con los servicios especiales soviéticos realizando misiones de inteligencia y enlace.
Nada sabemos sobre la razón que la llevó a abandonar Madrid, sobre cómo fue el camino de Alejandra hasta Valencia, ni si viajaba sola o acompañada por sus hijas. Tampoco si aquello formaba parte de algún encargo delicado de los consejeros soviéticos.s soviéticos.
Sin embargo, en su Diario de la guerra española, Koltsov anotó ese mismo 1 de noviembre cómo, tras recibir a dos jóvenes corresponsales de Komsomólskaya Pravda que habían llegado por error a Madrid, consiguió un coche para enviarlos de regreso a Alicante. Añadió que en el vehículo “se evacuó a tres madrileñas” y escribió que, en esos días, cada asiento en un coche que salía de la capital era “una vida que cambiaba de rumbo”.
No las nombra, pero por la fecha y las circunstancias es muy posible que Alejandra y sus hijas fueran esas tres mujeres.
Poco después, Alejandra, Elena y Julia dejaron España y se exiliaron en la Unión Soviética. Allí vivieron los años de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra en Moscú, en un piso de la calle Arbat, y por múltiples referencias colaboraron con los servicios especiales soviéticos en misiones de inteligencia. Julia se casó con el periodista francés y comunista Georges Soria; Elena trabajó como profesora de español para los órganos de seguridad soviéticos. Su madre, Alejandra, falleció en 1967 y fue enterrada en el cementerio Golovinskoe.
Mi tío escribió varios artículos sobre la vida de esta familia. Admiraba profundamente a estas mujeres, personas de una inteligencia y cultura excepcionales, que supieron dirigir su rumbo —ese “cambio de rumbo vital” del que hablaba Koltsov— en base a valores y convicciones, enfrentándose a dificultades y penurias. Entre las cartas que se conservan en el archivo familiar hay algunas escritas por Elena, en las que siente una tristeza y melancolía : la de quien perdió a su gran amor, su patria y a muchos de sus amigos, deportados en las purgas de los años treinta y cincuenta. Koltsov, testigo y partícipe de un momento decisivo en sus vidas, también vería torcerse la suya: cuatro años después de firmar aquel salvoconducto sería detenido y fusilado en la prisión de Butyrka, alcanzado por la misma maquinaria estalinista a la que había servido. Tiempos violentos, trágicos y abruptos para todos.

Mis abuelos Juan Cobo y Encarna Orts junto a Elena, Julia y Alexandra Danilevski (archivo familiar)

Mi tio Juan Cobo, junto a mi madre Elena y mi abuela Encarna. Archivo familiar

Año 1935/1936. Hermanas Julia y Elena, con su madre Alexandra Danilevski. A la derecha, Felipe Requejo Carrió, esposo de Elena desde diciembre de 1935. Archivo familia
Fuentes utilizadas
- Archivo familiar de la familia Rodríguez Danilevski, custodiado por Juan Cobo (documentos, cartas, fotografías y recortes).
- Salvoconducto original expedido por Mijaíl Koltsov el 1 de noviembre de 1936, conservado en dicho archivo.
- Mijaíl Koltsov, Diario de la guerra española, anotación del 1 de noviembre de 1936 (mención a la evacuación de “tres madrileñas”).
- Testimonios orales de Juan Cobo sobre el contexto del salvoconducto y la familia Rodríguez Danilevski.
- Juan Cobo – Artículo «Внучка русского писателя «(“La nieta de un escritor ruso”). Publicado en ruso en la web Spalex.
- Datos biográficos de Aleksandra Danilevskaya, Julia y Elena Rodríguez Danilevskaya, procedentes de entrevistas personales realizadas por el autor, investigaciones en el Archivo de la Internacional Comunista (RGASPI, Moscú) y revisión de fuentes escritas en ruso.
