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  • «Por fin he vuelto». La historia de Juan Cobo

    «Por fin he vuelto». La historia de Juan Cobo

    La vida de Juan Cobo Garcia recorre algunos de los pasajes más dramáticos y decisivos del siglo XX: la infancia en un molino andaluz, la militancia obrera, la Guerra Civil, el exilio y la larga experiencia soviética.
    Este relato es el resultado de una investigación personal que combina testimonios familiares, documentos procedentes de archivos rusos y españoles y conversaciones con historiadores. Un esfuerzo por reconstruir, con rigor y memoria, la trayectoria de un hombre marcado por la guerra, la represión y la necesidad constante de reinventarse.

    CONTENIDOS

    1. Mi visita a Lopera (2023)
    2. El hijo del molino
      Infancia en el campo andaluz (1908–1924)
    3. Oficios, ciudades y despertar político. Trayectoria laboral y militancia incipiente (1924–1936)
    4. Entre la Policía Popular y la NKVD: el salto a la órbita soviética (1936–1937)
    5. De París a Liúblino: guerra, exilio y renacer (1937–1946)
    6. El largo exilio soviético (1946–1990)
    7. Fuentes utilizadas

    1. Mi visita a Lopera

    Me acercaba a Lopera, lo veía en los indicadores de la carretera. Me emocionaba el próximo encuentro con el pueblo de mi abuelo. A la vuelta de la carretera vería el lugar tan querido y añorado por él.

    Viajé un fin de semana de primavera, soleado pero aún fresco. Me acompañó mi hija Sara, de once años, la biznieta de Juan Cobo. Vivirlo con ella fue una experiencia muy especial. Me ayudaba a conectar las raíces de la familia con el futuro.

    Desde Madrid también me coordiné para ir con mis primos segundos, igualmente interesados en descubrir su pasado. Habíamos quedado con el cronista de la localidad, José Luis Pantoja, que amablemente nos acompañó en varios recorridos por las calles de Lopera, contando las historias de nuestras familias.

    El pueblo apareció rodeado de olivos, casas blancas y una extraña sensación de que había llegado a “mi” lugar. Desde la carretera se veía el caserío compacto, los tejados bajos, la silueta de la iglesia. Todo estaba como debía estar. El aire de primavera era claro, templado, con ese olor a campo seco, a tierra y aceite que ya nunca se olvida.

    Mi primera parada fue el cementerio. Caminé en silencio entre lápidas, dejándome llevar por los nombres y apellidos que leía sin prisa. Era como recorrer un archivo al aire libre, donde las familias del pueblo estaban inscritas en piedra. Me detuve varias veces con la sensación de que en esos nombres podía esconderse un cruce, un trato, una historia compartida con mis antepasados. Avanzar entre tumbas hasta llegar a la que buscaba fue, también, una forma de acercarme al pasado, paso a paso.

    Finalmente, me detuve frente a la tumba de mi abuelo. Llevábamos un ramo de flores. Sus cenizas habían sido trasladadas desde Moscú en 1990, poco después de su muerte. En la lápida, encargada por mi tio Juan y por mi madre, puede leerse:

    JUAN COBO GARCÍA
    LOPERA 2-2-1908 – MOSCÚ 16-12-1990
    LOPERA – POR FIN HE VUELTO

    Esa frase resume muy bien lo que sintió y lo que le movió durante décadas en el exilio. Como la mayoría de los exiliados en la URSS, vivía con el deseo de volver a su tierra. Estar yo allí, con Sara, también era para mí un “por fin he vuelto”. Compartir con ella ese momento era importante.

    Después del cementerio, recorrimos las calles del pueblo. Quería ver con mis propios ojos el lugar donde nació, creció y trabajó de joven mi abuelo.

    Fui a buscar la casa familiar, la reconocí sin dudar, gracias a una fotografía tomada por mi abuela. En el reverso escribió: “Casa de Juan Cobo.”
    La imagen, tomada décadas atrás, mostraba la misma fachada que hoy se mantiene en pie: una casa blanca de dos plantas, con ventanas altas cerradas con persianas y tres balcones de forja negra perfectamente alineados sobre la puerta de entrada.

    Me detuve y tomé una foto frente a la casa, con la cámara colgada al cuello. La misma fachada que mi abuela identificó, y que hoy reconozco sin vacilar. Casi un siglo después, estaba allí, cerrando por un instante un hilo familiar que había permanecido tensado por la distancia.

    2. El hijo del molino
    Infancia en el campo andaluz (1908–1924)

    Esta historia comienza a principios del siglo XX en Lopera, una población de la Campiña de Jaén asentada sobre lomas suaves y atravesada por el arroyo Salado que baja hacia el Guadalquivir.

    El paisaje estaba dominado por el olivar —columna vertebral de la economía local—, aunque todavía se veían viñedos y pequeños regadíos en las vegas bajas. El casco urbano se organizaba en torno al castillo calatravo, la iglesia de la Purísima Concepción, el ayuntamiento barroco de 1605 y la Casa de la Tercia, que entonces funcionaba como bodega.
    Eran años de crecimiento: de 4.577 habitantes en 1900, Lopera pasó a más de 7.000 en 1930, reflejo de una economía agrícola intensiva en mano de obra.

    En este escenario nació, el 2 de febrero de 1908(en documentos indicaba 1906), Juan Cobo García, hijo de Juan de Dios Cobo Corpas y Francisca García Luque. La familia era amplia: además de Juan, los hijos de Cobo Corpas fueron Isabel, Juana de Dios, Antonia , Juan Bautista, Dominga, Aurelia y Araceli.

    Fotos del albume familiar: En la primera la familia Juan y Eulogio Cobo Corpas, el niño de la izquierda mi abuelo Juan Cobo. Segunda foto Juan Cobo Corptas 52 años.

    La familia se sostenía gracias al molino harinero, explotado por el padre, Juan de Dios, junto a su hermano Eulogio Cobo Corpas.

    Foto del libro Imágenes y Palabras

    No era un simple molino de pueblo: en torno a él giraba buena parte de la vida cotidiana y de su prosperidad. Allí se acumulaban sacos de grano, animales de corral, algún dinero en metálico y hasta objetos de uso diario.

    Esa riqueza, modesta pero vital, quedó reflejada en un edicto judicial de marzo de 1906, cuando el molino fue asaltado.

    “La busca de las aves, efectos y metálico robado en un molino harinero situado en el término de Lopera, y propio de Juan Cobo Corpas… Señas de los efectos: dos costales de garbanzos, un costal de trigo, 14 reales en cobre, dos pesetas en plata, un revólver de cinco tiros, una jarra de invierno, 20 gallinas y un gallo…” (Andújar, 9 de marzo de 1906).

    Según relató años más tarde un anciano del pueblo, el molino de los Cobo llegó incluso a incorporar innovaciones poco habituales en la zona, como la construcción de una pequeña presa y la instalación de un generador eléctrico que permitía encender algunas luces. Estos avances, modestos pero singulares en la campiña jienense de la época, explican también la temprana fascinación de Juan por la mecánica.

    Anuario Económico de la Villa de Lopera del año 1910. Foto estrella: Presa o Salto de agua en el Arroyo Salado junto al Molinillo para suministro de luz de la Fábrica de Harinas de los Hermanos Cobo. Lopera Año 1910. Fuente Cronista de Lopera



    La tragedia alcanzaría más tarde a la familia de su tío Eulogio. Durante la Guerra Civil fue detenido y trasladado en los conocidos trenes de Jaén; su nombre aparece entre los presos de Lopera que sobrevivieron al asalto de agosto de 1936. No ocurrió lo mismo con sus hijos, Juan y Pedro: ambos fueron ejecutados durante la contienda, aunque las circunstancias exactas no han podido precisarse en la documentación conservada. La memoria oral del pueblo recuerda especialmente a Pedro, que trabajaba en una empresa de ingeniería en Madrid, acababa de casarse con Ana Corazón Coca y, estando ella embarazada, fueron fusilados los dos.

    3 – Oficios, ciudades y despertar político
    Trayectoria laboral y militancia incipiente (1924–1932)

    Año 1922. Juan tiene 16 años, algo lo empuja a comenzar una vida adulta fuera de su pueblo, aquel lugar que tanto añorará durante toda su vida.

    Según escribe en su autobiografía, la decisión vino marcada por la muerte de su padre y el reparto del molino familiar, que apenas daba para sostener a los siete hermanos:

    «Por este motivo yo me convertí en obrero, puesto que con la cantidad que yo heredaba de mis padres no podía mantenerme».

    Con apenas instrucción primaria y un instinto natural hacia la mecánica, salió de Lopera decidido a abrirse camino como mecanico.

    Aquí es donde su propia voz ofrece dos relatos distintos. En los apuntes de 1939 situaba su marcha hacia Córdoba, donde comenzó a trabajar como ajustador.

    En cambio, en otra autobiografía redactada en 1940, afirmaba que su primer destino fue Burdeos (Francia), donde quiso aprender el oficio de ajustador mecánico, trabajando en La Bordelesa S.H., en la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas y en los talleres de Bernardo Albo.
    La diferencia no parece fruto del olvido: en 1940, probablemente le interesaba destacar una experiencia internacional en Francia, un dato que podía ofrecerle mayores oportunidades en su colaboración con los servicios de inteligencia.»

    Más allá de esa doble memoria, lo que sabemos con certeza —gracias a los certificados laborales que guardó toda su vida— es el itinerario que lo forjó como obrero cualificado.
    Lo de los certificados constituye otro misterio: Juan los conservó a lo largo de todas sus andanzas por España y acabó llevándolos consigo a la Unión Soviética. ¿Cuál era el propósito? ¿Contar con una documentación que pudiera resultarle útil en sus futuros “trabajos” para los soviéticos?

    En enero de 1924 entró en la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas de Córdoba como ajustador, empleo que conservó hasta julio de 1926.
    Al mismo tiempo, entre agosto de 1924 y febrero de 1926, trabajó como ayudante ajustador en la Fundición Cordobesa.
    Estos primeros años fueron duros:

    «El jornal era muy pequeño y con este motivo pasé bastantes necesidades, hasta que con el tiempo fui adquiriendo más conocimientos profesionales y haciéndome más hombre, y como consecuencia ganando más dinero y pasando menos necesidades».

    En septiembre de 1926 marchó a Madrid, contratado por la Compañía Euskalduna, donde permaneció hasta mayo de 1927 como ayudante de ajustador.
    Después, entre mayo y julio de 1927, figura como ajustador en la Sociedad Jareño, también en Madrid.

    El salto llegó en febrero de 1928, cuando fue admitido como mecánico en las obras del Pantano del Jándula (Jaén), una de las grandes infraestructuras hidroeléctricas de la época.
    Allí permaneció hasta junio de 1929. De allí pasó en julio de 1929 a los Saltos del Duero (Zamora), donde ya aparece como ajustador encargado del taller, un puesto de mayor responsabilidad, hasta octubre de ese mismo año.

    En septiembre de 1930 recaló en Barcelona, incorporándose como oficial en los talleres J. J. Fondrona de Cornellà, donde trabajó hasta julio de 1931.

    Su llegada coincidió con la ebullición política de la ciudad.

    Allí entró en contacto con grupos sindicalistas y en diciembre de 1930 participó en la huelga revolucionaria contra la monarquía:

    «En aquel movimiento fracasado yo tomé una parte activa, como consecuencia de ello se dio la primera orden de detención contra mí firmada por el entonces Gobernador de Barcelona, general Despuxol, acusándome de coacciones violentas y actividad antigubernamental».

    Con la proclamación de la Segunda República en abril de 1931 se libró de esa orden. Ese mismo año participó en la huelga metalúrgica de Cornellà, integrándose en el comité de huelga como militante de la CNT. Sin empleo tras la huelga, se trasladó primero a Bilbao y luego a Pasajes (San Sebastián), donde fue encarcelado unos días tras una manifestación reprimida por la Guardia Civil.

    Libre de nuevo, se dirigió a Valencia, donde residía su compañera Encarnación Ortís Calvo.

    Allí, el 4 de abril de 1932, contrajeron matrimonio. Por entonces él trabajaba en distintas obras eléctricas de la zona.

    Un año más tarde, el 23 de marzo de 1933, nació en Teruel capital su primer hijo, Juan Cobo Ortís, mientras su padre se encontraba destinado en Olba (Teruel).

    Todo apunta a que trabajaba en la Central Hidroeléctrica de Albentosa, puesta en servicio en 1932. De no ser así, debió de estar vinculado a la C.H. Los Villanuevas, ya en el término de Olba. En cualquier caso, es casi seguro que se ocupaba en una instalación de generación, pues resultaría poco lógico destinar a un especialista en hidráulica a tareas como tender hilos o postes: la formación en esa especialidad requería años de experiencia.

    Poco después, la familia se estableció definitivamente en Valencia, donde él consiguió un empleo fijo en la empresa Luz y Fuerza de Levante, como operario de primera clase.

    En 1932 ingresó en la UGT, en el sindicato de Agua, Gas y Electricidad, y pronto fue elegido tesorero:

    «En este sindicato yo desempeñé durante año y medio el cargo de tesorero».

    En 1934 se afilió a las Juventudes Socialistas. Ese mismo año encabezó una huelga de 40 días en Luz y Fuerza:

    «…sostuvimos durante 40 días [huelga] con la empresa en donde yo trabajaba, y en mi calidad de directivo de aquel sindicato me tocó trabajar mucho, siempre con riesgo de mi libertad».

    Ese mismo octubre de 1934 participó en el movimiento insurreccional contra el gobierno:

    «Tomé parte activa en el movimiento revolucionario de octubre como dirigente de un sindicato y como miembro de las Juventudes Socialistas».

    Tras la clausura de los sindicatos después del movimiento de octubre de 1934, el suyo —afecto a la UGT— quedó prácticamente vacío de militantes. Fue entonces cuando, en Valencia, aceptó la invitación de varios compañeros para incorporarse a la CNT opositora, un sector crítico con la línea oficial anarquista de la Confederación. Como él mismo escribió años más tarde:

    “Ingresé en el sindicato profesional afecto a dicha central sindical… estos sindicatos pertenecían a un grupo de sindicatos en oposición con las teorías y la táctica de la CNT oficial, que era influenciada por los anarquistas en aquel entonces”.
    En esa CNT alternativa, más proclive a colaborar con otras fuerzas obreras, desempeñó cargos técnicos y administrativos hasta 1936, en un contexto de clandestinidad y gran dificultad organizativa.

    Esa “oposición” no era una invención personal, sino un fenómeno real: los llamados treintistas o sindicatos de oposición, encabezados por Ángel Pestaña y Juan López Sánchez, defendían una acción sindical menos insurreccional y más constructiva, con fuerte presencia en la región levantina (véase Garrido González, El anarcosindicalismo en Valencia, 1987; también Treintismo, Wikipedia). Muchos sindicatos de Agua, Gas y Electricidad en Valencia se apartaron de la CNT oficial cuando quedaron bajo control anarquista, organizándose como estructuras propias en paralelo (Milicias de la CNT de Levante, Wikipedia).

    Ante la falta de locales para reunirse clandestinamente, surgió la idea de fundar un Ateneo cultural, fachada legal para la reunión de sindicalistas y militantes:

    «En vista de todo esto se pensó en crear un ATENEO, el cual debía de aparecer ante las autoridades como un centro de carácter cultural y artístico, pero que en el fondo fuera la casa en donde se reunieran todos los activistas sindicales y políticos de la capital. Esto se realizó y yo fui nombrado Secretario de dicho organismo».

    Juan orientó el Ateneo hacia el comunismo:

    «Yo por aquella fecha ya simpatizaba con el Partido Comunista, y me impuse la tarea de atraer a este centro, o sea, al Ateneo del cual yo era Secretario, a los camaradas más caracterizados del Partido Comunista en Valencia, para que ellos, explicando la política del partido, atrajeran hacia el mismo a aquellos elementos obreros que desarrollaban sus actividades en dicho centro».

    Figuras destacadas acudían a dar conferencias:

    «Con este objeto frecuentaron y dieron conferencias los camaradas miembros destacados del partido en Valencia: Ángel Gaos, Renau, Sanchis y otros. En todo esto me ayudó y me orientó el camarada Surio, viejo militante del partido en Valencia».

    Los nombres citados podrían corresponder a referentes de la militancia comunista y del mundo cultural valenciano en los años treinta. Ángel Gaos (1908–1990), jurista y militante del PCE, encarnaba la faceta intelectual, muy ligado a la revista Nueva Cultura. Josep Renau (1907–1982), cartelista y agitador visual, era ya entonces una de las figuras más destacadas de la propaganda comunista y del Frente Popular. El apellido Sanchis apunta con fuerza a Joaquín Sanchis Serrano, “Finezas” (1889–1957), fotógrafo que documentó tanto a la CNT como al PCE en Valencia, y cuya cámara se convirtió en testigo de actos y congresos del partido. Y, finalmente, el camarada Surio, probablemente Arturo Surio García, veterano militante comunista valenciano, fusilado en Paterna en 1940.

    Sgun relata Juan, mantiene el cargo de secretario hasta agosto de 1936, cuando ya la guerra había estallado.
    Para entonces su evolución política era definitiva: en octubre de 1935 causó baja en las Juventudes Socialistas, y en enero de 1936 ingresó en el Partido Comunista de España, con una declaración tajante:

    «Fui a él convencido de la justeza de su política, y dispuesto a cumplir sin réplica todas las faenas que se me dieran a realizar».

    Estos datos proceden principalmente de la autobiografía política que Juan redactó en Moscú en 1938, conservada en los archivos de la Internacional Comunista. Conviene leerla con cautela: no era un relato íntimo, sino un documento dirigido a las autoridades soviéticas, que solía ajustarse a los códigos y necesidades del momento. Era frecuente resaltar un origen campesino u obrero, exagerar méritos revolucionarios o silenciar episodios incómodos, pues de ese “histórico” dependía en gran medida el futuro laboral y político del interesado. Aun así, se trata de una de las pocas fuentes directas que nos acercan a la vida de Juan, y que, puestas en su debido contexto y bajo mirada crítica, ofrecen información de enorme interés sobre su trayectoria.

    Según el relato que él mismo trasladaba después a las autoridades soviéticas, en estos años Juan Cobo pasó de ser un joven obrero andaluz, formado de manera autodidacta, a convertirse en un militante con experiencia sindical, vinculado a los movimientos obreros y al proyecto de transformación social que empezaba a consolidarse en la España republicana.
    Fue una etapa de tránsito personal e ideológico, en la que los oficios, las ciudades y los conflictos del trabajo diario alimentaron una conciencia que marcaría su destino en los años siguientes.

    4. Entre la Policía Popular y la NKVD: el salto a la órbita soviética (1936–1937)

    Julio de 1936. La sublevación militar sorprendió a Juan en Valencia, ya como militante del Partido Comunista y secretario del Ateneo obrero. En su autobiografía recordaba cómo, al estallar la rebelión, se le encomendó organizar un grupo de resistencia en su barrio:

    «Cuando empezó el movimiento fascista de julio del 36 en el Radio Museo, al cual yo pertenecía, se me encargó de un grupo de camaradas, y pasamos a formar parte de unas fuerzas que el partido organizaba para hacer frente a los militares en caso que éstos se decidieran salir a la calle. Esto no ocurrió, pero sí que hubo necesidad de sacarlos de los cuarteles. En este trabajo nuestro grupo actuó muy activamente».

    En Valencia el golpe fracasó desde los primeros días: la mayor parte de la guarnición se mantuvo fiel a la República y el poder efectivo pasó al Comité Ejecutivo Popular (CEP), constituido el 22 de julio de 1936 por partidos del Frente Popular y sindicatos como la CNT y la UGT. El CEP asumió las funciones del Gobierno Civil y organizó la seguridad y las milicias en la provincia.

    En ese marco Juan fue destinado por el Partido Comunista a integrarse en la llamada Policía Popular, bajo control del Comité. Así lo recordaba él mismo en su autobiografía:

    «Después de esto el camarada Mateu, miembro del C.P. del partido en Valencia, me mandó al Gobierno Civil para formar parte de la Policía Popular. Allí estuve siempre controlado por el camarada José Antonio Uribes y por el camarada Talens, los cuales eran delegados por el comité central el primero y por el comité provincial el segundo para controlar este trabajo en Valencia».

    José Antonio Uribes, dirigente comunista, estaba en el Comité Ejecutivo Popular de Valencia como responsable de la sección de Milicias, y Talens era delegado provincial del PCE. El contexto general explica el peso de estas responsabilidades.

    Tras el asedio de Madrid, el Gobierno de la República se trasladó a Valencia en noviembre de 1936. La ciudad se convirtió en centro político y diplomático, con ministerios, embajadas y servicios de inteligencia extranjeros instalados en ella.
    En ese marco surgieron las “checas”, cárceles clandestinas de represión política.

    Algunos autores han identificado a Juan Cobo como responsable de la checa de Santa Úrsula, instalada en el antiguo convento del mismo nombre. Este centro de detención e interrogatorios funcionó en Valencia bajo la órbita de las estructuras políticas del Frente Popular y del Servicio de Información Militar (SIM).

    En la Causa General de Valencia (pieza 4, Checas) aparecen numerosas menciones tanto a Juan Cobo como a Juan Cobos, señalados como comisarios del Partido Comunista y relacionados con la actividad represiva en la checa de Santa Úrsula y en la de Plaza Tetuán. En varios testimonios se les cita junto a otros responsables, como Justiniano García o el capitán Vázquez. Cabe añadir que uno de los carnés policiales conservados de mi abuelo fue expedido también con el apellido “Cobos”.

    Conviene subrayar que estas referencias proceden de un sumario judicial instruido en la posguerra franquista, en un contexto marcado por la intencionalidad política y propagandística, lo que exige analizarlas con especial cautela.

    Aunque Juan no la menciona en su autobiografía, sí dejó una nota final significativa: «Para más detalles sobre mi trabajo en el Partido, dirigirse al camarada Uribes o al camarada Talens», lo que sugiere que ciertas tareas —probablemente las más delicadas— quedaron fuera de lo escrito.

    La documentación conservada confirma su integración formal en el aparato republicano: el 2 de diciembre de 1936, en Madrid, se le expidió un carnet oficial del Cuerpo de Investigación y Vigilancia de la Dirección General de Seguridad, donde figura como agente de 3ª categoría.

    En su autobiografía, él mismo precisa que entre julio de 1936 y febrero de 1937 estuvo al frente de la Sección de Extranjeros de la Policía Popular en Valencia y que, además, recibió un nombramiento interno del partido:

    «Por esta época y nombrado por los camaradas Uribes y Talens desempeñé el cargo de responsable político de todos los agentes del partido en Valencia, en este trabajo de policía e interviniendo en infinidad de asuntos todos ellos de importancia».

    Es curioso que Juan, en sus escritos, siempre se presente ocupando un cargo de responsabilidad —llegando incluso a llamarse “comisario”—, mientras que en su carné oficial figura simplemente como agente de 3.ª categoría del Cuerpo de Investigación y Vigilancia. Esto abre dos lecturas posibles: o bien exageró deliberadamente sus funciones, inventándose una posición que nunca tuvo, o bien existía un doble juego de jerarquías, de modo que ante el PCE y en sus estructuras internas era considerado comisario, mientras que en la policía republicana constaba como un agente modesto más.

    En los primeros días de enero de 1937, Juan Cobo García elevó una solicitud formal dirigida al Ministerio de la Gobernación en la que pedía ser admitido en el recién creado Cuerpo de Seguridad, concretamente en el denominado “Grupo B”, dentro de la Sección de Servicios Especiales. En su escrito recordaba que desde octubre de 1936 prestaba servicio en la Brigada de Información y Extranjeros de la Comisaría de Orden Público de Valencia, y que anteriormente había trabajado como montador mecánico en la Compañía de Luz y Fuerza de Levante. Alegaba además su pertenencia al Partido Comunista, avalada por los sellos del Comité Provincial de Valencia y de la Dirección General de Seguridad, y subrayaba que, aunque no había estado en ningún frente de batalla, su labor en la capital había sido considerada necesaria por las autoridades.

    El año 1937 fue el más oscuro. La lucha de Stalin contra Trotski, que en la Unión Soviética había desembocado en procesos, purgas y asesinatos, se trasladó a España bajo la forma de una ofensiva contra el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Para el estalinismo, Nin y sus seguidores eran vistos como “trotskistas” y, por tanto, enemigos internos tan peligrosos como los propios fascistas.

    Andreu Nin, en un foto d’Agustí Centelles.

    Así, lo que en Moscú se presentaba como una cruzada para liquidar a la oposición trotskista, en la retaguardia republicana se transformó en la lucha del PCE —respaldado y dirigido en la sombra por la NKVD— contra el POUM. La eliminación del partido de Nin no fue solo un ajuste de cuentas local, sino parte de un engranaje más amplio: la exportación de la guerra interna del comunismo soviético a suelo español.

    El secuestro y asesinato de Andreu Nin, perpetrado el 22 de junio de 1937, fue la culminación de esta ofensiva. La operación, conocida como Operación Nikolái, fue diseñada en Moscú y ejecutada en España por el NKVD bajo la dirección de Alexander Orlov, con la participación de agentes como Iosif Grigulevich y Naum Eitingon, en estrecha colaboración con los aparatos de seguridad republicanos.

    Alexander Orlov en una fotografía para un pasaporte falso, hacia 1930 – ASC

    Iosif Grigulevich foto de un carnet de POUM

    Nin fue detenido en plena Rambla de Barcelona por agentes de la Brigada Especial de Madrid, trasladados expresamente para esta misión, y conducido en secreto hasta una instalación clandestina donde fue ejecutado. El plan buscaba simular una deserción para evitar su conversión en mártir.

    Según el Archivo Mitrojin, Grigulevich no solo intervino en esta operación, sino también en el entrenamiento de agentes y en la elaboración de documentos destinados a desacreditar públicamente al POUM.

    Hoy sabemos que el operativo no se apoyó únicamente en la maquinaria soviética. El Cuerpo de Investigación y Vigilancia (CIV), a través de su Brigada Especial adscrita a la Dirección General de Seguridad, proporcionó la cobertura legal y policial necesaria para que los agentes soviéticos actuaran. Grigulevich operaba incluso con placa oficial del servicio de seguridad republicano, muestra de cómo la combinación fue letal: legalidad republicana y clandestinidad soviética entrelazadas en una misma operación.

    No existen documentos que vinculen directamente a Juan con la eliminación de Nin, pero los círculos en los que se movió en Valencia, su amistad en la URSS con Grigulevich, su salida urgente de España en las mismas fechas del crimen y los testimonios de su hijo, que llegó a contar que su padre habría sido testigo de la ejecución, lo relacionan inevitablemente con la operación. La coincidencia temporal entre la liquidación de Nin y la evacuación de Juan bajo identidad falsa refuerza la hipótesis de su proximidad a estos hechos: un eslabón más de una cadena en la que la historia oficial y la memoria familiar se cruzan en la penumbra.

    El final de Andreu Nin llegó en los últimos días de junio de 1937, muy probablemente alrededor del 22 de junio, cuando fue ejecutado en secreto tras intensos interrogatorios. La versión más extendida sitúa su muerte en el chalé de Alcalá de Henares, utilizado como centro clandestino por el NKVD, aunque otras hipótesis lo ubican en la carretera de Madrid a Albacete, cerca de La Roda, o en las inmediaciones de Perales de Tajuña. Nunca se halló su cuerpo: la desaparición formaba parte esencial del plan, borrar cualquier huella y alimentar la versión oficial de una supuesta fuga hacia el enemigo. Décadas más tarde, mi tío Juan —hijo de Juan Cobo— sostuvo que su padre le había revelado el lugar exacto del asesinato y que lo anotó en un papel. Con esa pista, contactó con Legina para organizar una búsqueda alternativa a la que se estaba desarrollando en Alcalá, convencido de que la verdad se escondía en otro paraje. Esa ausencia —un cadáver que no apareció nunca— convirtió la muerte de Nin en un símbolo incómodo, el eco silenciado de una purga estalinista en suelo español.

    En el verano de 1937, Juan fue evacuado de España bajo el nombre de Manuel Torres González. El pasaporte republicano expedido el 5 de agosto de 1937 conserva los sellos: cruzó por Dover el 28 de agosto y llegó a Leningrado el 2 de septiembre de 1937 a bordo del vapor Sibir, utilizado para evacuaciones discretas organizadas por los soviéticos. En el archivo familiar se conservan tanto su pasaporte como el de Encarnación Ortís Calvo. Las fechas no coinciden exactamente, lo que sugiere que viajaron por separado hasta encontrarse en el puerto de embarque.

    Además del pasaporte, el archivo familiar guarda otros documentos que acreditan su implicación política en esos años. Entre ellos, un carnet de la CNT, del sindicato de Agua y Electricidad de Valencia, fechado el 1 de diciembre de 1934; un carnet del PCE con las cuotas selladas en 1936; y un carnet del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), emitido en Barcelona en 1934 bajo el nombre de Manuel Torres. Este último es particularmente revelador: la identidad de Manuel Torres —la misma que utilizó para salir de España— pudo haber sido empleada ya en trabajos de inteligencia en Cataluña.

    La elección del nombre tampoco era inocente. Coincidía con el de su cuñado, Manuel de Torres González, veterinario de Lopera y marido de su hermana Antonia. El cronista local José Luis Pantoja relató que fue detenido en la plaza del pueblo por milicianos el 25 de diciembre de 1936, delante de su esposa, y conducido al monte, donde lo fusilaron. Sus restos nunca aparecieron. No sabremos si Juan eligió aquel nombre consciente de esa tragedia, pero es posible que el alias resultara aún más verosímil precisamente por estar ligado a alguien ya muerto.

    Manuel de Torres González junto a Antonia Cobo

    Décadas más tarde, en 1968, Juan reanudó la correspondencia con su hermana Antonia. En una de sus cartas escribió:

    «Leí con verdadero placer las letras que me mandabas en la última carta, tu letra es la misma que hace cuarenta y cinco años… pero tú después de todo pareces una heroína, cuánto habrás tenido que sufrir para criar una familia tan numerosa… Jentes como tú son los que pagaron el pato de aquella enorme tragedia… Qué crueles somos los hombres, y cuántas ambiciones desmesuradas tienen a la humanidad continuamente en tensión… En fin, qué le vamos a hacer».

    Era un reconocimiento tardío pero sincero, y también un testimonio de conciencia implícita sobre su posible responsabilidad —directa o indirecta— en los hechos que habían marcado a su familia.

    Así, en apenas un año, Juan pasó de dirigente sindical y secretario de un Ateneo obrero a ser jefe de la seguridad comunista en Valencia, agente reconocido de la Dirección General de Seguridad, colaborador estrecho de la NKVD y, finalmente, evacuado a la URSS con identidad falsa junto a su familia. Fue considerado un cuadro valioso para tareas internacionales, lo que explica que su destino inmediato, compartido con otros españoles seleccionados, fuera formar parte del dispositivo que Stalin preparaba para eliminar a León Trotski.

    5. De París a Liúblino: guerra, exilio y renacer (1937–1946)

    En el verano de 1937, poco después del secuestro y asesinato de Andreu Nin, el Partido decidió evacuar a Juan. Según explicó después, su labor como jefe de los servicios especiales en Valencia y el frente de Teruel lo había convertido en objetivo de “elementos reaccionarios” dentro del propio Gobierno republicano, y fue enviado a la URSS por decisión orgánica.

    Lo más probable es que su evacuación fuese orquestada por el NKVD y no por el PCE.

    La operación se hizo bajo identidad falsa: el 5 de agosto de 1937 se le expidió un pasaporte a nombre de Manuel Torres González. Los sellos del documento trazan el recorrido: cruzó a Inglaterra por Dover el 28 de agosto, y llegó a Leningrado el 2 de septiembre de 1937 a bordo del vapor soviético Sibir.

    En el archivo familiar se conserva también el pasaporte de Encarnación Ortís Calvo y una fotografía tomada en París, donde aparece junto a su hijo Juan.

    Esa imagen demuestra que madre e hijo pasaron por la capital francesa en el camino hacia el exilio. No sabemos si viajaron todo el trayecto juntos o en distintos momentos, pero la ruta París–Inglaterra–URSS fue la vía por la que la familia dejó definitivamente España.

    Durante los primeros meses en la URSS, la situación fue de tránsito: alojamientos en hoteles de Moscú, residencias del Komintern y internados para niños españoles.
    El hijo recordaba que hasta 1942 llevó el apellido Torres y fue inscrito en Krasnovídovo y Obninsk junto a otros niños evacuados. Juan no aparece con empleo estable hasta 1939, cuando se incorpora a la fábrica de locomotoras de Kolomna.

    Como certificado del buen gusto y como recuerdo de esta época te lo mando con todo el cariño tu Juan.
    Odesa, 16-6-39

    Según cuenta su hijo, en Moscú Juan estaba destinado a formar parte del grupo especial que Naum Eitingon organizó para la liquidación de Trotski. A Eitingon lo conocía bien de España, donde se presentó con los seudónimos de Kotov y Leonid. Entre ellos se forjó una relación de amistad que duraría toda la vida, tanto en los momentos de ascenso de Eitingon como en sus caídas, cuando acabó dos veces preso en Lefortovo y en el penal de Vladímir.

    Juan no podía olvidar que había compartido con aquellos hombres operaciones difíciles y peligrosas, en las que se arriesgaba la vida y se dependía de la lealtad del compañero. Muchos de aquellos camaradas soviéticos terminaron fusilados por orden de Stalin a su regreso a la URSS, y otros padecieron represión incluso después de la muerte del dictador.

    En vísperas de una nueva operación le comunicaron que debía ponerse bajo las órdenes de José Grigulevich —Artur—, a quien también había tratado en España. Su hijo recuerda: “Padre explicó que no podría trabajar bajo su mando, que solo podía hacerlo por convicción, de lo contrario sería como arrojarlo al agua sin saber nadar”. La negativa fue tajante: “Ese hombre aprieta demasiado fácil el gatillo del revólver, y eso puede arruinar toda una operación”.

    En otras circunstancias, semejante gesto habría significado la muerte. Pero a los españoles en la URSS se les tenía una consideración especial, fruto de la simpatía que despertaba la Guerra Civil. Además, eran los viejos conocidos de España quienes mediaban en el caso. Por eso, en lugar de sanciones le preguntaron directamente: “¿Qué quieres hacer entonces?”. La respuesta de Juan fue firme: “Quiero trabajar en mi especialidad”.

    En aquel tiempo a mis padres les habían ofrecido apartamentos en Moscú, primero en la calle Gorki, en una vivienda marcada por la reciente detención del marido de una de sus vecinas; luego en un bloque del Arbat donde vivían familias de escritores y militares. Pero ellos rehusaron ambos alojamientos. Finalmente se trasladaron a Golútvin, junto a Kolomna, donde a Juan lo destinaron como maestro en la fabrica de locomotoras del. Allí, en un modesto cuarto de un internado obrero compartido con otros emigrados españoles, comenzó su nueva vida lejos de los servicios especiales.

    Foto tomada a los pocos días de llegar a Moscú, en el Hotel Metropol. 1938.

    En Kolomna, desde septiembre de 1939 hasta octubre de 1941, trabajó como ajustador en la fábrica de locomotoras Parovozostroitelny Zavod. Allí residía en el Dom Internacional, junto a comunistas de otras nacionalidades.

    El 22 de junio de 1941, la invasión alemana —la Operación Barbarroja— cambió radicalmente la vida de la familia.
    Moscú comenzó a sufrir bombardeos y racionamientos, y el gobierno soviético ordenó la evacuación de miles de civiles.
    Muchos españoles fueron incluidos en convoyes hacia Asia Central. En octubre de 1941, Juan, Encarnación y su hijo fueron enviados a Kokand (Uzbekistán).

    Juan hijo recuerda asi la llegada a la ciudad:

    “En Kokand al principio, como era habitual, vivimos en un colectivo de españoles —en una casa de una sola planta, en cuya habitación nos instalamos tres familias. La ciudad estaba abarrotada de evacuados que arrasaban con todo, los alimentos desaparecían rápido y con las cartillas casi no daban nada: comenzó el hambre”.

    El padre se emplea como mecánico en la fabrica de algodon nº 1. Encarnación tambien trabaja en la fabrica. Esto le permite a la familia obtener una pequeña habitación en el edificio de la administración de la fábrica.

    Certificado de trabajo de Encarnación en la Fabrica de Algodon.

    En esos paseos por la ciudad, el hijo recordaba una lección de su padre que quedó grabada para siempre:

    “Papá, vamos rápido a casa, tengo hambre”. – “Si vas a casa y sabes que allí encontrarás aunque sea algo de comer, entonces solo tienes ganas de comer. Pero si vuelves a casa y no hay nada, y no se sabe cuándo lo habrá, entonces eso es hambre”.

    La tragedia más dura llegó en 1942. Encarnación dio a luz a un niño al que llamaron Carlos (“Carlitos”), nacido en plena evacuación en la calle Karl Liebknecht de Kokand:

    “Víctima del hambre fue también mi hermano Carlitos, llamado así porque mamá lo dio a luz… en plena calle Karl Liebknecht…”.

    El parto fue tan rápido que ocurrió a pocos metros del hospital, cuando su padre la conducía andando por falta de transporte. Al día siguiente, Juan le mostró a su hijo mayor la mancha en el suelo donde había nacido su hermano. La familia lo alimentaba con papillas de agua, vendiendo la ropa traída de España para comprar grano en el mercado. El bebé lloraba de hambre, hasta que una noche, al cumplir seis meses, dejó de respirar:

    “Yo fui el primero en descubrirlo. Dormía junto a su cuna, por la mañana lo toqué y ya estaba frío”.

    Juan padre ya no estaba en Kokand: había marchado a Moscú para lograr su alistamiento en el Ejército Rojo. Fue entonces cuando intervino un amigo de la familia, el célebre guerrillero:

    “…su amigo, el legendario ‘Chapáyev español’ Valentín González, para entonces mundialmente conocido como ‘el Campesino’, vino con unas tablas sin cepillar y unas herramientas, clavó un pequeño ataúd para Carlitos y lo llevó en una carretilla al cementerio”.

    El recuerdo de Carlitos, nacido en una acera y muerto en la hambruna, acompañó siempre al hermano mayor y quedó como el símbolo más desgarrador de aquellos meses en Kokand.

    En el verano del 1943, Juan consiguió alistarse como voluntario en el Ejército Rojo. Según su ficha biográfica, sirvió en el NKVD hasta 1945.


    Fue destinado a la ОМСБОН/OMSBON (Brigada Motorizada Independiente de Propósito Especial), un cuerpo organizado por viejos conocidos de Juan de su época en la Guerra Civil. Esta unidad, creada dentro del NKVD por Sudoplatov, Eitingon y Stárinov, tenía la misión de formar grupos especializados en guerrilla y sabotaje tras las líneas enemigas.

    Dentro de esa formación surgió la 4.ª Compañía Española, compuesta por unos 119 hombres y 6 mujeres— bajo el mando del comandante Domingo Ungría y con el comisario político Peregrín Pérez Galarza.

    Peregrín era valenciano y podría muy bien haber sido amigo o conocido de Juan Cobo por su militancia compartida en el PCE. Otros nombres conocidos de la 4.ª compañía, aparte de Ungría y Pérez Galarza, no están tan bien documentados por nombre, pero todos eran exiliados republicanos con experiencia guerrillera

    En la 4.ª Compañía Española de la OMSBON también se encontraba Agustina Esteban Barriel, a quien recuerdo de mi infancia y que estuvo muy vinculada a nuestra familia. Nacida en Barcelona en 1915, llegó a la URSS tras la Guerra Civil. Durante la defensa de Moscú se incorporó como miliciana y, tras recibir instrucción en cursos especiales, pasó a desempeñarse como operadora de radio en la compañía española. Es posible que en ese entorno de formación técnica coincidiera con Juan. Tras la guerra vivió en Moscú hasta su fallecimiento en 2005.

    Agustina Esteban junto a mi abuela Encarnación

    El hijo recordaba visitar a su padre en las barracas de Cherkízovo —hoy el estadio del Lokomotiv(Moscú)— y escuchar los relatos de los combatientes.

    Juan quiso unirse a las operaciones de frente, pero un accidente en la descarga de troncos le fracturó una pierna.

    Como se puede ver en el certificado, permaneció ingresado en un hospital militar del NKVD entre finales de 1943 y comienzos de 1944, como consecuencia de una fractura en la clavícula derecha. El documento confirma que durante ese periodo estuvo bajo tratamiento y, finalmente, fue dado de alta con recuperación completa, reincorporándose a su unidad a inicios de enero de 1944.

    Desde entonces fue destinado como arméshnik, encargado de reparar y enseñar el manejo de armas alemanas capturadas: fusiles, ametralladoras y lanzagranadas. Sus habilidades técnicas, forjadas desde Córdoba y los Saltos del Duero, encontraban ahora un lugar en el corazón del aparato militar soviético.

    De diciembre de 1942 a marzo de 1945 permaneció en filas. Al ser desmovilizado, fue asignado como maestro de sección en la fábrica nº 30 de Moscú, vinculada a la producción bélica.
    En diciembre de 1946 fue transferido al Remeslennoe Zheleznodorozhnoe Uchilische nº 2 de Liúblino, donde trabajó como maestro–instructor con la juventud española evacuada.

    En 1946, Lublino era todavía un municipio independiente del óblast de Moscú, a medio camino entre el campo y la gran ciudad. El paisaje lo marcaban las vías del ferrocarril y la estación de clasificación de Lyublino-Dachnoye, siempre llena de humo, vagones y obreros. A su alrededor se extendían casas bajas de madera y algún bloque modesto levantado para los trabajadores del gran taller metalúrgico local, el Lyublinski Litейно-Mekhanicheski Zavod, que producía piezas para el material ferroviario

    La vida familiar fue dura pero siguió adelante. Encarnación y su hijo sobrevivieron en Liúblino en condiciones de penuria: barracones colectivos, baños y agua en el patio, colas interminables de abastecimiento. En medio de esa dureza, la vida volvió a abrirse paso.
    El 1 de mayo de 1946 nació en Moscú su hija Elena Cobo Ortís (mi madre), la primera de la familia en llegar al mundo en suelo soviético, después de una década marcada por la guerra, el exilio y la pérdida. Fue un día primaveral, jornada de celebración del Día del Trabajo, cuando la familia comenzaba a escribir una nueva etapa en tierras sovieticas.

    6. El largo exilio soviético (1946–1990)

    En los años siguientes trabajó en la Fábrica Experimental de Neumáticos de Moscú, primero como jefe de taller y más tarde en la sección experimental.
    En un informe interno de 1954 se lo describía como “activo pero bastante egoísta y engreído, políticamente débilmente preparado, indiscreto”, aunque también se reconocía que era “listo, con intuición y audacia, de vida privada correcta y con actitud positiva hacia la Unión Soviética”.
    A pesar de ese retrato crítico, mantuvo su puesto y se integró en la comunidad de exiliados.

    Su mayor frustración era no ser reconocido como miembro de pleno derecho del PCUS. En abril de 1958 escribió directamente a Nikita Jruschov:

    “Cuando yo ingresé en el Partido Comunista y vine aquí, de hecho dejé de ser comunista: tengo que abandonar las reuniones porque no soy del PCUS. Esto es un absurdo que me ha costado muchos sufrimientos. Yo quiero ser comunista en España y en Rusia y en cualquier parte que esté, pues por ser comunista luché, por ser comunista vine a la URSS, por ser comunista Franco me tiene condenado a muerte, por ser comunista dejé mi casa, mis amigos, mi patria”.

    El Comité Internacional del PCUS respondió con rapidez. El 7 de mayo de 1958 se elaboró un informe donde se relata que el secretario de la célula de su fábrica, camarada Kasheev, habló personalmente con él para explicarle que podía solicitar su ingreso “en las mismas condiciones que cualquier ciudadano soviético”.
    Tras esa conversación, Juan aceptó la explicación y retiró su protesta, aunque la carta quedó archivada en su expediente personal como recordatorio de su inconformismo.

    Con los años sesenta y setenta, cuando la emigración española en la URSS comenzó a plantearse el retorno, Juan también lo intentó. Quería volver a Lopera, convencido de que el clima español le alargaría la vida. Según recordó su hijo, tras la marcha de su hija Elena a Madrid en 1970, Juan inició los trámites para regresar, llegando incluso a vender muebles y electrodomésticos.

    No dudaba de que obtendría el permiso, pues desde 1956 el retorno de emigrados españoles había sido facilitado.
    Segun cuenta su hijo Juan ocurrió lo siguiente.

    “A él en Moscú no le negaron el permiso. Sin embargo, lo visitaron en casa, en Volgogradski Prospekt, varios oficiales del KGB, dos de ellos coroneles. Le hablaron con respeto, diciéndole que lo consideraban uno de los más valientes y célebres veteranos de la inteligencia soviética. Y le advirtieron que en España tenía muchos enemigos que podrían vengarse, poniendo en peligro no solo su vida, sino la de toda la familia”.

    Probablemente era un argumento sin base real, pero Juan se conmovió. Los oficiales desplegaron entonces una oferta generosa, que aseguraron estaba personalmente aprobada por el jefe del KGB, Yuri Andrópov. El paquete incluía:

    • Estancias pagadas cada invierno en sanatorios de Yalta o Sochi.
    • Una dacha en el área de Moscú para los veranos.
    • Tratamientos médicos anuales en hospitales del Kremlin.
    • Medicamentos y atención prioritaria.
    • Un oficial–enlace siempre disponible para resolver sus necesidades.

    “Y lo más asombroso”, recordaba su hijo, “es que el KGB cumplió esas promesas durante años, casi hasta la Perestroika. Cuando mi hermana regresó de Madrid tras separarse, incluso le concedieron un buen piso en el centro para no incomodar a mis padres, pero cerca de ellos”.

    Juan, impresionado por aquel trato y el reconocimiento simbólico, aceptó quedarse en Moscú. A cambio de renunciar a su regreso a España, vivió con privilegios reservados a la nomenklatura soviética: pensión especial, acceso a tiendas cerradas al público, vacaciones subvencionadas y atención médica de alto nivel.

    El retiro forzoso por problemas de salud fue un golpe devastador. Como relató su hijo:

    “Padre era un hombre activo y enérgico, por eso la jubilación forzada fue para él un golpe tremendo. Luego vinieron un primer derrame cerebral, después otro, y luego un tercero. Le costaba hablar, moverse, caminar. Finalmente quedó postrado en cama hasta su muerte en 1990. Tenía un solo sueño: volver a su tierra natal. Pensaba que el clima español lo salvaría, que le daría más vida”.

    Ese regreso nunca llegó en vida. La historia lo retuvo en Moscú, donde pasó más de medio siglo. Solo muchos años después, cuando ya había fallecido, sus cenizas emprendieron el camino de vuelta a España, cumpliéndose de algún modo el anhelo de regresar a su tierra natal.

    Lo recuerda sentado junto a las radios que Encarnación le hacía llegar desde Madrid, pasando horas moviendo el dial en busca de emisoras españolas. Quería oír la lengua, la música, las canciones de su tierra. Era su manera de volver a casa, aunque fuera a través de las ondas.

    Juan Cobo García murió en Moscú en 1990, a los 84 años. No pudo regresar a España ni cumplir su último deseo de ser enterrado en Lopera. Su vida quedó marcada por la paradoja de tantos exiliados: combatiente, comunista, ciudadano soviético, pero con el corazón siempre pendiente de la voz de su patria lejana.


    📚 7. Fuentes utilizadas

    1. Fuentes documentales

    • Apuntes autobiográficos en siete cartillas de Juan Cobo García (Moscú, 1939, Archivo de la Internacional Comunista).
    • Ficha biográfica de Juan Cobo García (Archivo de la Internacional Comunista, Moscú).
    • Certificado de la Cruz Roja soviética (1939–1946).
    • Informes internos del PCE y del PCUS (1954, 1958).
    • Carta de Juan Cobo García a Nikita S. Jruschov (27 de abril de 1958 rchivo de la Internacional Comunista, Moscú).
    • Informes de respuesta del PCUS sobre la carta a Jruschov (7 de mayo de 1958 rchivo de la Internacional Comunista, Moscú).

    2. Fuentes testimoniales

    • Recuerdos de Juan Cobo Ortís (hijo):
      • Когда я был Торресом (Cuando yo fui Torres), manuscrito.
      • Люблино без Достоевского (Liúblino sin Dostoievski), manuscrito.
    • Testimonios orales familiares, especialmente los recuerdos transmitidos por sus nietos (ej. las radios sintonizando emisoras españolas en Moscú).

    3. Fuentes de contexto histórico y obras secundarias

    • Causa General (Archivo Histórico Nacional, Madrid): referencias a la Checa de Santa Úrsula y la Comisaría de Servicios Especiales en Valencia.
    • Archivo Mitrojin: informes sobre la Operación Nikolái y la implicación de Iosif Grigulevich y Naum Eitingon en la eliminación de Andreu Nin.
    • Paul Preston, El holocausto español.
    • Helen Graham, La Guerra Civil Española.
    • Enrique Moradiellos, Historia mínima de la Guerra Civil española.
    • Sergei Mazov y otros autores sobre la emigración española en la URSS.
    • Memorias de exiliados españoles en la URSS (Valentín González “el Campesino”, Rubén Ruiz Ibárruri, etc.).
    • Roque Serna Martínez. Heroísmo español en Rusia. — Madrid, 1981, pp. 30–34, 41–44, foto // Роке Серна Мартинес. Испанский героизм в России. — Мадрид, 1981, стр. 30–34, 41–44, фото.
    • Ángel Luis Encinas Moral. Fuentes históricas para el estudio de la emigración española a la U.R.S.S. (1936–2007). — Madrid, 2007, p. 282 // Анхель Луис Энсинас Мораль. Исторические источники для изучения испанской эмиграции в СССР (1936–2007), стр. 282.
    • Щеглов А. Ф. Испанские воины-добровольцы, воевавшие в период Великой Отечественной войны в рядах Красной армии. — Relga.ru : исследование. 2022. 7 февраля (вып. 12, № 2 [392]).

    4. Archivo familiar

    • Fotografías.
    • Cartas personales.
    • Documentación personal: Cartnets, Pasaportes, etc.
  • Entre Rusia y España: la historia de la familia Rodriguez Danilevski

    Entre Rusia y España: la historia de la familia Rodriguez Danilevski

    El nombre de Elena Rodríguez Danilevskaya ha estado presente en mi vida desde la infancia. En mi familia, se le mencionaba como tía Elena. Recuerdo una pequeña foto en blanco y negro que siempre estuvo en una estantería de casa: una mujer con uniforme militar, de pie, mirando a cámara. Mi madre se llamaba Elena en su honor, y aunque en mi niñez esa historia no tenía forma, el recuerdo quedó grabado.

    Con el tiempo, fui descubriendo que detrás de aquel rostro había una historia. Una historia que reflejaba muchos de los momentos más dramáticos del siglo XX. Una historia llena de cultura, intelecto, convicciones… y mucho misterio.

    La historia de una familia nacida en el corazón del Imperio ruso, en territorios que hoy forman parte de Ucrania, y que acabaría profundamente vinculada a España, a su guerra civil, al exilio soviético y a una red de relaciones intelectuales, diplomáticas y humanas que conectan dos mundos. Una saga marcada por el talento, la vocación pedagógica, la cultura, la política… y también por el silencio.

    Mi tío, Juan Cobo, periodista, también se sintió cautivado por las vidas de las hermanas Rodríguez Danilevsky. Vivió en Moscú y escribió sobre ellas en varios artículos publicados en la prensa sovietica. Sus textos, entre otras fuentes, me dieron pistas para investigar y descubrir más acerca de esta familia.

    La familia Danilevski —encabezada por el escritor Grigoriy Danilevski, seguida por su hija Alexandra, y por sus nietas Julia y Elena Rodríguez Danilevskaya— fue protagonista y testigo de muchos de esos acontecimientos. Una historia que merece ser contada.

    1. El origen: Grigoriy Danilevski

    Grigoriy Petrovich Danilevski (1829–1890) fue un escritor e historiador ruso, autor de novelas históricas muy leídas en su época. También trabajó como funcionario del Ministerio de Educación del Imperio Ruso. Durante buena parte de su vida vivió en el pueblo de Prishib, en la región de Járkov (actual Ucrania), donde escribió varias de sus obras y donde está enterrado. En los años sesenta se inauguró allí un monumento en su honor, al que asistieron su hija Alexandra y su nieta Elena, llegadas desde Moscú.

    Un dato curioso, sobre el que Alexandra hablaba con frecuencia, era el posible parentesco con el poeta ruso Vladímir Mayakovski. En su archivo familiar se conservan notas y cartas donde hace referencia a este vínculo, apoyado en una fuente concreta: un testimonio incluido en el libro Mayakovski en los recuerdos de sus familiares y amigos, donde la madre del poeta escribe que su madre —es decir, la abuela de Mayakovski— se llamaba Eufrosinia Ovalievna Danilevskaya (рус. Евросиния Овальевна Данилевская).

    2. Alexandra Danilevskaya: de San Petersburgo a Moscú, pasando por Menorca

    Alexandra Grigórievna Danilevskaya nació en San Petersburgo el 8 de marzo de 1880. Fue hija del escritor Grigoriy Petrovich Danilevski (1829–1890), novelista e historiador ruso, y de Yulia Yegórovna Zamyatina (Юлия Егоровна Замятина), nacida en 1838.

    Su madre falleció cuando Alexandra era aún una niña, y su padre murió cuando ella tenía alrededor de diez años.

    Desde joven sufrió tuberculosis, y tras varios tratamientos fallidos en Rusia, decidió emigrar a España siguiendo la recomendación de un médico que le habló del doctor Sotomayor, con reputación en el tratamiento de esa enfermedad. En 1904 viajó a Menorca buscando una cura. Allí recibió tratamiento y, con el tiempo, recuperó la salud.

    Fue en Mahón donde conoció a José Rodríguez Ramírez (n. 1876), oficial del Estado Mayor, que en ese momento estaba destinado en la isla como delegado del Gobierno. La relación entre ambos se consolidó rápidamente. En julio de 1911, José solicitó oficialmente licencia para contraer matrimonio, según consta en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, edición del 13 de julio de 1911, Tomo III, página 127.

    Poco después formalizaron su unión. Tuvieron dos hijas: Julia (n. 1908) y Elena (n. 1911).

    José fue destinado sucesivamente a Mahón, Melilla, Granada y Madrid, y en todos esos destinos Alexandra desempeñó un papel activo tanto en la vida familiar como en el ámbito cultural. En Menorca se hizo conocida por su implicación social. Presidió la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, colaboró con el Comité de Ayuda a los Soldados Rusos durante la Gran Guerra y organizó actividades benéficas y culturales.

    Mantuvo amistad con artistas como Eugenia Luchinsky, pintora rusa afincada en España, a quien ayudó a exponer en varias ciudades.

    En el verano de 1925, Eugenia —que residía en París— visitó a Alexandra en Menorca. En señal de gratitud, la artista realizó un retrato de su hija Julia, conservado en la familia.

    En los años siguientes, Luchinsky expuso en Granada, Barcelona, Valencia y Madrid.

    Entre 1931 y 1936, Eugenia residió en España de forma continuada. En 1936 fue detenida bajo acusaciones de “actividad contrarrevolucionaria”. Pasó un tiempo en prisión(o cheka) y, gracias a las gestiones del embajador del Congo Belga, logró finalmente regresar a Francia.

    Otro episodio que ilustra tanto la generosidad de Alexandra como su vínculo constante con Rusia ocurrió en 1916, tras la muerte del embajador ruso en España, Fiódor Budberg. Alexandra envió una carta al consulado acompañada de cinco pesetas, solicitando que se compraran violetas para su ataúd. En la misma misiva mencionaba cómo, cada semana, depositaba flores en las tumbas de dos marineros rusos enterrados en Mahón. Era un gesto sencillo, íntimo, pero cargado de significado: una forma de mantener viva la memoria de su país y de quienes, como ella, lo habían dejado atrás.

    A lo largo de todos esos destinos —Mahón, Melilla, Granada— Alexandra mantuvo una dedicación constante a la educación de sus hijas. Insistía en el estudio, en el aprendizaje de idiomas, en la lectura en voz alta, en el orden. Su casa era también una pequeña escuela.

    Cuando en 1925 se trasladaron a Granada, donde José fue nombrado secretario del Gobierno Militar, la familia Rodríguez Danilevsky se instaló en un piso de la plaza de las Descalzas, dentro del edificio de Capitanía General. Este nuevo entorno marcó de forma importante sus vidas: se integraron en el ambiente cultural y artístico de la ciudad, una experiencia que dejaría una huella profunda y duradera en todos ellos.

    Fue en Granada donde Alexandra y sus hijas establecieron sus primeros vínculos con los círculos intelectuales locales, en especial con la familia García Lorca. Según recordaba Isabel García Lorca en sus memorias, las “famosas Rusas” —como las llamaban en Granada— frecuentaban con naturalidad su casa, y su madre las acogió desde el primer momento. Alexandra se presentó con Julia y Elena poco después de su llegada, confesando que no conocían a nadie en la ciudad y buscaban entablar amistad. Isabel las describe como una presencia magnética: “una mujer guapísima y muy simpática, que nos contaba cosas extraordinarias de su país”.

    Se hicieron habituales las meriendas compartidas, los relatos familiares y las fotografías. Alexandra hablaba con entusiasmo de Rusia, mezclando recuerdos históricos con leyendas familiares, cautivando a las jóvenes granadinas con su relato. Julia ingresó pronto en el instituto, donde destacó por su brillantez, mientras José Rodríguez se convirtió en una figura reconocida en la ciudad. Era habitual en el casino, donde se le tenía por uno de los mejores jugadores, y no tardó en ser conocido como “el coronel de las Rusas”.

    La cultura, la música, la literatura y la amistad definieron aquellos años. Fue en Granada donde Julia y Elena consolidaron el carácter intelectual y cosmopolita que las acompañaría toda la vida.

    Ese ambiente doméstico fue descrito años después por Mijaíl Koltsov en su libro Diarios de la Guerra Española, donde escribió:

    “Con paciencia y cariño inmensos, se ocupó de la instrucción de sus dos hijas, les enseñó a leer, a escribir, les enseñó luego literatura; creó en su casa una pequeña biblioteca rusa y recitaba a coro con sus hijas poesías rusas, ante la sorpresa y el bondadoso entusiasmo del bueno de Rodríguez.”

    Koltsov también recordaba a José como “un hombre de convicciones izquierdistas” que “adoraba a su familia” y que “murió después de una larga enfermedad”. Y describía a Alexandra como “una hermosa mujer de pelo canoso” que un día se presentó en el Palace, y a Julia y Elena como “verdaderas españolas, por su aspecto”.

    A finales de los años veinte, la situación política en España se volvía cada vez más convulsa. En una carta escrita por Alexandra se conserva un testimonio revelador sobre el posicionamiento de su marido frente a Miguel Primo de Rivera, con quien había compartido juventud y amistad. Primo intentó apoyarse en José para ganarse la confianza de oficiales clave del ejército antes de dar el golpe contra Alfonso XIII.

    Pero José se negó a colaborar:

    “Mi marido quería que el rey abdicara sin violencia… Él sabía que eso era lo que deseaban los grandes hombres de España y la mayoría de los militares.”

    Según relataba Alexandra, José respondió a Primo de Rivera con firmeza:

    “Le aconsejó que abandonara España cuanto antes, porque no la merecía y le hacía daño.”

    La ruptura fue definitiva. José se alineó con los sectores que impulsaban la llegada pacífica de la República, y denunció el proyecto autoritario de Primo:

    “He jurado servir a mi patria y al rey hasta la última gota de sangre. Ahora me opongo al rey, pero por convicción. Y no puedo servir a una dictadura.”

    En agosto de 1931, José fue destinado al Estado Mayor Central, y se trasladó con su familia a Madrid, donde pasó a trabajar en el Ministerio de Defensa, en la sección de operaciones y doctrina militar. Fue también parte de la delegación española que asistió a la Conferencia de Desarme en Ginebra, reflejo de su papel activo en el pensamiento estratégico de la joven República.

    El 1 de febrero de 1933, José falleció en Madrid tras una larga enfermedad. La familia organizó una despedida íntima en el domicilio familiar de la calle Manuel Becerra, 11, desde donde partió el cortejo fúnebre hacia el cementerio municipal. No se celebró misa. Sus amigos y compañeros del ejército le rindieron un homenaje sencillo y sentido. Años más tarde, su hija Elena sería enterrada en la misma tumba, junto a su padre.

    Tal y como relata Koltsov, en 1936, tan pronto comenzó la Guerra Civil, Alexandra se ofreció para ayudar a los consejeros soviéticos. Se presentó en el Hotel Palace, centro de operaciones de los soviéticos en Madrid, donde colaboró y prestó servicios como traductora del ruso.

    En 1939, tras la caída de la República, Alexandra se exilió a Moscú junto a Julia y Elena. Se instalaron en un apartamento en la calle Arbat, 45, donde vivirían durante décadas.

    Durante la Gran Guerra Patria, participó activamente en iniciativas de apoyo al frente. Colaboró en campañas para la recolección de fondos destinados a la producción de armamento, y en particular, para la financiación de un tanque para el Ejército Rojo, en un gesto colectivo de respaldo a la lucha contra la invasión nazi.

    En los años 60, Alexandra viajó con Elena a Prishib (actual Ucrania), donde instalaron un memorial sobre la tumba de su padre, cerrando así un ciclo vital que había comenzado en el Imperio ruso y concluido en el corazón de la URSS.

    Falleció en Moscú el 21 de febrero de 1967 y fue enterrada en el cementerio Golovínskoe (Головинское кладбище). Sector 8.
    En la lápida puede leerse:

    (A nuestra madre muy querida – Yulia, Lena. Hija del escritor G. P. Danilevskiy)

    8.03.1880 – 21.02.1967
    Горячо любимой маме – Юля, Лена
    Дочь писателя Г. П. Данилевского

    17 de julio del 1962. Inauguración del memorial al escritor Danilevskiy

    .

    3. Las dos hermanas

    Julia y Elena crecieron rodeadas de cultura, música y educación en idiomas. Las hermanas heredaron la disciplina y el amor por el conocimiento. Criadas por su madre en un hogar donde se recitaban poemas rusos, se leía en voz alta y se hablaban varias lenguas, ambas compartieron una sólida formación intelectual.

    Formación y primeras trayectorias

    En 1926, Julia ingresó en la Universidad de Granada, tras haber cursado el bachillerato en los institutos de Mahón y Granada. Según consta en su expediente, conservado en el Archivo Histórico Provincial de Granada, obtuvo sobresalientes y premios en todas las asignaturas.

    Se licenció en Filosofía y Letras en 1930, también con la máxima calificación.

    Fue la primera mujer en ser admitida como auxiliar de cátedra de lengua griega en la Universidad de Granada.

    Dominaba el ruso, el francés, el inglés y el alemán, y llegó a prepararse para ocupar una plaza de cátedra en idioma hindi en la Universidad de Barcelona.

    En marzo de 1931, apenas unos días antes de proclamarse la República, Julia fue homenajeada en el Centro Artístico por iniciativa de su presidente, el ingeniero jefe de obras públicas Juan José Santa Cruz. El discurso manuscrito que pronunció aquella tarde —hoy custodiado en el archivo de la Universidad de Granada— rebosa elogios a su elegancia, su dedicación y su inteligencia. De aquel acto se imprimió una copia en pergamino que Julia guardaría como un tesoro y que más tarde llevaría consigo a Moscú. En sus palabras, Santa Cruz la comparó con María Isidra Guzmán y de la Cerda, la célebre Doctora de Alcalá, primera mujer en obtener el grado de doctora en España y académica de la Lengua en 1784.

    Elena, cuatro años menor, siguió un recorrido similar. Estudió Filosofía y Letras entre 1928 y 1932, con un expediente igualmente brillante: todas las asignaturas calificadas como “Excelente” con premio.

    Había heredado la vocación lingüística y literaria familiar, y dominaba también el ruso, el francés y el inglés.

    Además de su excelencia académica, Julia y Elena estuvieron activamente implicadas en la vida cultural universitaria, particularmente en la Agrupación Artística Universitaria de Granada. Participaron en representaciones teatrales que combinaban música, poesía y comedia, y que se presentaban en distintas ciudades andaluzas. Una de las funciones más destacadas tuvo lugar en Antequera, en una gala a beneficio del Hospital Clínico de Granada. Allí, las hermanas actuaron en La pluma verde, una comedia en tres actos de Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández. Según recoge la prensa local, Julia interpretó a Carolina y Elena a la señorita Manolita. El evento, celebrado en el Salón Rodas, incluyó además una sinfonía a cargo de la orquesta universitaria y un concierto final dirigido por el maestro Ángel Barrios, compositor granadino y profesor de música de la Universidad.

    Durante sus años universitarios, ambas hermanas frecuentaron los círculos culturales e intelectuales granadinos. Mantuvieron amistad con Federico García Lorca, Laura de los Ríos y Manuel de Falla. Más tarde, Alexandra contaría que Lorca se había enamorado de Julia.

    En Madrid y en el Mediterráneo

    En 1931, tras el traslado de la familia a Madrid, Julia obtuvo por oposición una plaza como traductora en la Carrera de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Aunque dejó temporalmente el cargo en 1934, fue reincorporada en 1978, reconociéndosele como tiempo de servicio desde 1933.

    En el verano de 1933, Elena participó en el Crucero Universitario por el Mediterráneo, una experiencia pedagógica sin precedentes organizada por la Segunda República.


    A bordo del Ciudad de Cádiz, recorrió durante 48 días los grandes yacimientos arqueológicos de Italia, Grecia, Turquía y Egipto, junto a más de doscientos profesores y estudiantes seleccionados por su excelencia académica.

    3 de Julio de 1933. Carmen García de Diego ante la popa del ‘Ciudad de Cádiz’ anclado en el puerto de Rodas. Foto Archivo Antonio García Bellido. Del LibroEl Sueño de una Generación. El Crucero Universitario por el Mediterráneo de 1933.


    Aquel viaje reunió a algunas de las figuras más prometedoras de la cultura española: María Zambrano, Enrique Lafuente Ferrari, Antonio Tovar, José Luis López Aranguren, Carlos París o Dionisio Ridruejo, entre otros.


    También participaron Laura de los Ríos —compañera de estudios de Elena e hija del ministro Fernando de los Ríos— e Isabel García Lorca, hermana del poeta Federico. La familia Rodríguez Danilevsky mantenía una estrecha relación con el entorno de los De los Ríos, y Fernando sería testigo de la boda de Elena poco tiempo después.

    Fernando de los Ríos con su madre, Fernanda Urruti, su esposa, Gloria Giner, y su hija Laura.

    El crucero representaba mucho más que un viaje: era una apuesta del Ministerio de Instrucción Pública por una educación moderna, igualitaria y laica. Elena vivió esta travesía como una prolongación de su vocación humanista, y años más tarde, su madre Alexandra la recordaría como uno de los momentos más luminosos de su juventud.

    En el año 1934, Elena comenzó a trabajar como profesora de latín en el Instituto de Segunda Enseñanza de El Escorial, una institución que seguía los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. El centro estaba dirigido por Rubén Landa, pedagogo de prestigio, estrechamente vinculado a los círculos reformistas del periodo republicano.

    Según contaría la propia Alexandra, el puesto fue conseguido gracias a la intermediación de Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública y amigo íntimo de la familia. Fue él quien propuso a Elena como profesora, y su esposa fue también parte del entorno cercano a las Danilevskaya. Alexandra relató cómo el propio Landa se presentó en su casa para solicitar permiso para que Elena aceptase el cargo, convencido de su valía y formación.

    Allí también enseñaba Felipe Requejo Carrió, profesor de francés, con quien Elena entabló una relación personal. Felipe era hijo del periodista Felipe Requejo González, antiguo director del periódico El Comercio de Gijón. Había estudiado en París, Londres, Gijón y Valladolid, y se había afiliado tanto a Acción Republicana como a la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (UGT).

    El 9 de diciembre de 1935, Elena y Felipe se casaron, primero en una ceremonia civil en El Escorial y luego en una boda religiosa en Madrid. Entre los testigos estaban figuras relevantes como Fernando de los Ríos, Rubén Landa, José Millán Astray, y varios catedráticos del Instituto.

    Lázaro Montero, que ingresó en el Instituto de El Escorial en 1935, los recuerda en sus Memorias de Doña Nadie. Su relato aporta una visión especialmente viva de aquella época. Según escribe, Elena, “una muchacha más bien obesa y tímida” cuando llegó al Instituto, en poco tiempo se transformó en “esbelta, decidida y con bastante encanto”, gracias a una férrea disciplina y a una voluntad de hierro. La describe como hija de una rusa blanca y de un general español ya fallecido en 1936, y subraya cómo, pese a sus inseguridades iniciales, se convirtió en una mujer de gran personalidad.

    Sobre Felipe, Montero señala que había sido “el clásico señorito de Gijón, hasta que los cursillos del 33 lo redimieron y convirtieron en un hombre distinto”. Recuerda incluso la boda de Elena y Felipe en El Escorial, oficiada por lo civil con Fernando de los Ríos como testigo, y la posterior ceremonia religiosa en Madrid con la presencia de Millán Astray, viejo amigo del padre de Elena. Aquella unión, vista por los compañeros de entonces, parecía encarnar un encuentro entre dos mundos: la tradición familiar de Elena y la transformación personal de Requejo.

    Montero también rememora con detalle la despedida de soltero de Felipe. Los amigos decidieron celebrarla en Madrid, tras la boda civil. Pasaron por el cabaret Bataclán, donde Luis de Tapia, profesor de matemáticas del Instituto, se adueñó de la escena al piano, improvisando con la orquesta y un ballet que Montero califica como “extremadamente flojo”. Los compañeros vigilaban a Requejo con humor, obligándole a reservarse para la noche siguiente, cuando debía celebrarse la boda religiosa. La anécdota, narrada con gracia, muestra la cercanía y complicidad de aquel grupo de profesores y alumnos en torno a Elena y Felipe.

    En una carta Alexandra, recordaba:

    “La boda fue muy hermosa, alegre, con la asistencia de profesores, militares y amigos. Fue un verdadero día de felicidad.”

    Tras el enlace, los recién casados viajaron de luna de miel a Palma de Mallorca, que Alexandra describe como “un paraíso terrenal”.

    En Madrid y en el Mediterráneo

    En julio de 1936, cuando la familia se preparaba para pasar las vacaciones en Ibiza, la sublevación militar truncó todos los planes. Alexandra, Julia y Elena se presentaron en el Hotel Palace, sede oficiosa de la misión soviética, para ofrecer su colaboración como traductoras.
    Era el momento más crítico: los sublevados avanzaban hacia Madrid, y la capital comenzaba a organizar su defensa.

    Alexandra lo relata así en una de sus cartas:

    “Ese día yo me preparaba para marcharme a las Islas Baleares, hacía las maletas para viajar por la noche de Madrid a Barcelona y de allí en barco a Ibiza. Iba a llegar con una semana de antelación para preparar la casa que habíamos alquilado, amueblada y a buen precio. Julinchka fue a comprarme el billete. Me llamó por teléfono y me dijo:
    — Mamá, todo ha terminado. Un aluvión de tropas africanas ha desembarcado en las ciudades del sur. Los italianos han ocupado las Baleares de un golpe, los fascistas alemanes vienen del norte. ¿Vale la pena comprarte el billete, si vas directa a una trampa de la que no saldrás?
    Fue un momento terrible. Me quedé.”

    Poco después, recibió una llamada aún más preocupante desde El Escorial, donde Elena enseñaba latín en el instituto: el centro estaba siendo evacuado, y los rumores de que los nacionales avanzaban por el norte se multiplicaban. En cuestión de horas, Elena y su marido Felipe llegaron a Madrid.
    Felipe, movilizado de inmediato, se despidió sin saber si volverían a verse.

    Ese mismo verano, madre e hijas se integraron como traductoras en el entorno soviético.

    Así lo relata Alexandra :

    “A través del ministro de Instrucción Pública comenzamos a trabajar con los nuestros(los sovieticos). No sabíamos nada de él [el marido de Elena], hasta que finalmente regresó desde el sur, donde se libraban los combates más intensos. Estaba muy satisfecho de que estuviéramos colaborando con los nuestros. Allí ya había entablado relación con algunos de nuestros amigos y fue acogido por el marido de una buena amiga mía en el Estado Mayor del Ejército, donde sirvió como jefe del Estado Mayor General.”

    Alexandra trabajó con Mijaíl Koltsov, quien lo recogió así en Diarios de la guerra española:

    “La mamá Rodríguez, hermosa mujer de pelo canoso, se presentó un día en el Palace. Sus hijas Julia y Elena, por su aspecto, son verdaderas españolas. Se ofrecieron, con todas sus fuerzas y su saber, para ponerse al servicio de la amistad entre la Unión Soviética y su nueva patria. Era en el momento más crítico, el enemigo se acercaba a Madrid. Les hicieron sitio en el coche de los corresponsales de la Komsomolskaya Pravda, las evacuaron a Alicante. Después, empezaron a trabajar como traductoras en la Representación Comercial de la Unión Soviética.”

    Elena fue asignada a los grupos de guerrilla instruidos por los agentes soviéticos Grigori Syroyezhkin y Lev Vasilevskiy. Ambos eran oficiales de la NKVD y coordinaban tanto acciones militares como misiones de inteligencia. En sus memorias, Vasilevskiy recuerda así a Elena:

    “Mujer joven, acostumbrada a la comodidad de una gran ciudad europea, sin quejarse soportó una vida dura en nuestro grupo, compartiendo con todos nosotros los peligros de la contienda. Era nuestra compañera humilde y sensible, atenta, tranquila, paciente e incansablemente trabajadora.”

    Fotografía tomada en septiembre de 1938 y dedicada por Naum Eitingon (alias Leo) a Elena. En el reverso escribió: “Recuerdo sobre nuestros días en España y de nuestros amigos caídos Peregrin y Griha Grande. 3/2/1968. Leo”. En la imagen aparecen Leo Vasilevskiy, Pelegrin Pérez y Grigori Syroyezhkin.

    En las semanas críticas del otoño de 1936, con Madrid bajo asedio, los asesores soviéticos insistieron a Alexandra Danilevskaya en que debía abandonar la ciudad con sus hijas.

    “Nuestros también lo exigían, pero no salimos hasta el último momento, cuando todo se volvió un caos de retirada”, recordaría más tarde.

    En ese contexto, Felipe Requejo —ya incorporado al Estado Mayor gracias a la mediación de un oficial amigo de Alexandra— regresó al domicilio familiar para despedirse.

    “Yo nunca me iré de aquí hasta que todo haya terminado. Marchad vosotras, yo os encontraré… Pero no me iré como un cobarde”, le dijo a Alexandra.
    Fue una despedida sobria y dolorosa. “Nos despedimos, y él se quedó con ese coronel en el cuartel general del Estado Mayor”, anotó ella en sus memorias.

    Gracias a la gestión de un salvoconducto por parte de Mijaíl Koltsov, la familia logró salir finalmente de Madrid el 1 de noviembre de 1936, tal como confirma una anotación en el Diario de la Guerra Española, en la que se menciona expresamente la salida de Alexandra ese mismo día.

    Alexandra recuerda que poco después, desde Valencia, recibieron noticias sobre el destino de Felipe.
    “Supimos por refugiados que el cuartel general fue rodeado por los fascistas. A todos los que estaban allí los fusilaron”, escribió Alexandra, y añadió con tristeza: “El primero fue el coronel, y al general lo llevaron a prisión en Madrid”.

    Sin embargo, los recuerdos de Lázaro Montero ofrecen otra perspectiva sobre aquellos días inciertos. “Terminada la guerra Cea ( Benedicto Cea Castrillo – profesor de Agricultura) me informó de que estaba pasándolo muy mal. No sé bien qué grado alcanzó en el Cuerpo de Carabineros. El caso es que lo encarcelaron, lo condenaron a muerte y hasta creo que alguna noche lo sacaron para fusilarlo, pero, al final, no sé si por influencia de su familia o de alguna buena amistad, consiguieron que le conmutaran la pena. En la cárcel recibía paquetes enviados por Cea y otros amigos. Después parece que se dedicó a dar clases de francés y de inglés a los presos y los hijos de los funcionarios de la prisión e incluso de un importante cargo militar y le fue rebajada la pena.”

    Por otra parte, según el testimonio de Francisco Catena —hijo de Eloísa Gómez Hurtado, la segunda esposa de Felipe Requejo—, recogido en una conversación que mantuvo con Marie Blanche Requejo, estando Felipe en la cárcel de Jaén en 1939 recibió una carta de Elena en la que le comunicaba que había conocido a otro hombre y que lo “liberaba” del vínculo conyugal.

    Felipe, en su expediente del Archivo Histórico Militar, declaró estar separado desde noviembre de 1937 “por diferencias ideológicas, tras haber sido captada por los rusos, que no le permiten ni verla”.

    Mientras tanto, Julia reforzaba sus vínculos con los círculos soviéticos. Allí conoció a Georges Soria, periodista de L’Humanité y colaborador del Partido Comunista Francés. Su relación se consolidaría más tarde en Moscú.

    La colaboración de ambas hermanas con los asesores soviéticos se desarrolló con intensidad hasta el final de la guerra. Elena participó en misiones con la NKVD y fue testigo directa de operaciones especiales, algunas de ellas mencionadas en memorias posteriores. Julia, por su parte, continuó trabajando como traductora.

    La guerra y el avance de las tropas franquistas marcaron el fin de una etapa para las hermanas Rodríguez Danilevskaya. El 17 de marzo de 1938, desde Godella, Valencia, la familia abandonó España rumbo a la Unión Soviética. Atravesaron Francia y llegaron a Moscú, iniciando un exilio que sellaría su destino.

    Poco antes de su marcha, Julia recibió una propuesta por parte de Ernest Hemingway para trasladarse a Estados Unidos y trabajar en una universidad, pero declinó la oferta.

    El escritor soviético Leonid Lench recuerda en sus memorias un encuentro fugaz pero significativo: en diciembre de 1938, pocos días antes de ser detenido, vio a Koltsov en el Club de Escritores, conversando con su amiga Julia. Era una de las últimas escenas de su vida en libertad, y uno de los últimos reflejos del paso de Julia por una España que ya no volvería a ser la misma.

    El exilio en la URSS

    En la URSS, las tres se instalaron en un apartamento en la céntrica calle Arbat 45 de Moscú. Según testimonios familiares ese piso había sido asignado a la familia Cobo, pero lo cedireron a la familia Danilevsky, quienes se quedaron a vivir allí durante décadas.
    Fue en ese piso donde Elena impartió clases de lengua española a jóvenes oficiales soviéticos, formando parte de los cuadros pedagógicos del MGB (Ministerio de Seguridad del Estado), como consta en el formulario autobiográfico que conservas del archivo de la Internacional Comunista.

    Julia, por su parte, se integró en el círculo de relaciones del PCF y la intelligentsia soviética. En 1941 se casó con Georges Soria, periodista francés, colaborador de la NKVD y corresponsal de L’Humanité durante la guerra. En 1942 nació su hija Jacqueline. Según relata Pierre Broué en su Historia de la Internacional Comunista, Julia y Georges participaron en una misión confidencial durante la Conferencia de Teherán (1943), probablemente bajo las órdenes de Sudoplatov.

    En paralelo, Elena mantuvo vínculos estrechos con Leonid Eitingon, y según se recoge en el libro En la altura extrema de Musa Malinowska y los hijos de Eitingon, participó en una operación en Estambul en 1943 destinada a eliminar al embajador nazi Franz von Papen. Aunque la operación fracasó, su participación directa da cuenta del rol que desempeñó en operaciones especiales soviéticas tras la guerra civil.

    A principios de los años cincuenta, tras las purgas estalinistas, Eitingon fue detenido. Según las memorias de su hija Zoya Zarubina —editadas en Cartas desde la prisión de Vladímir (Письма из Владимирской тюрьмы)— Elena no abandonó su amistad: le llevó libros a la cárcel mientras estuvo recluido, un gesto de lealtad en tiempos peligrosos.

    Elena en el piso de Arbat, junto a mi abuela Encarnación Calvo y Agustina Esteban

    Reencuentros y últimos años

    En 1961, reaparece una mención de Elena en los archivos de la Internacional Comunista. En una nota dirigida a las autoridades soviéticas, el dirigente del PCE Luis Balaguer solicita autorización para facilitar la visita de Felipe Requejo a la URSS desde Irak. El expediente, conservado en Moscú, confirma lo que parecía improbable: el vínculo entre Elena y Felipe no se había roto del todo. De forma casi milagrosa, tras más de dos décadas de separación, se reanudó el contacto entre ambos, y ese mismo verano se produjo el reencuentro.

    Según testimonio de su hija Marie Blanche, Felipe pasó unas semanas con Elena en Moscú. Ella lo llevó a Crimea y le mostró los paisajes y recuerdos de la familia Danilevsky. En esa visita, volvieron a compartir confidencias, silencios y la complicidad de quienes una vez se amaron y luego tomaron caminos opuestos, separados por la guerra, la ideología y el exilio. Aunque sus vidas habían seguido trayectorias radicalmente diferentes, ese reencuentro fue, quizás, un acto de reparación íntima, un cierre necesario para ambos.

    Elena, Felipe y mi abuela Encarna. El reencuentro en 1961.

    La historia de Felipe Requejo, tras su separación en 1936, tomó un rumbo marcado por la guerra y la represión. Movilizado como soldado, fue destinado a la Plana Mayor de la 5.ª Brigada Mixta de Carabineros gracias a la mediación de Francisco Menoyo Baños. Su trayectoria militar fue rápida: ascendió a teniente, luego a capitán en julio de 1937, mayor en agosto de 1938 y, tras su participación en la operación del Peñón de la Mata, fue propuesto para el grado de comandante.

    En diciembre de 1938 fue detenido, juzgado y condenado a muerte, aunque la pena le sería posteriormente conmutada. Durante su estancia en prisión conoció a Roberto Gómez Hurtado, capitán de Carabineros, y a través de él a su hermana, Eloísa Gómez Hurtado. Ella mantuvo con Felipe un contacto constante y, según varios testimonios, intercedió para que se le redujera la condena. Finalmente, fue liberado entre 1943 y 1944, estableciéndose en Granada junto a Eloísa.

    Sin embargo, en 1947 volvió a ser arrestado y permaneció encarcelado hasta marzo de 1959, cuando obtuvo la libertad condicional. Poco después se exilió en Londres, donde trabajó en la BBC, y más tarde ejerció como profesor en la embajada española en Irak.

    Mis abuelos Juan y Encarna, Julia y Alexandra, Elena

    A partir de 1947, Elena Rodríguez Danilevskaya centró su labor profesional en la escritura y publicación de manuales para el aprendizaje del español, además de realizar numerosas traducciones.

    Entre 1947 y 1967 participó en más de veinte publicaciones, consolidando una trayectoria destacada en el ámbito de la enseñanza de lenguas.

    Su manual de español se convirtió en una obra de referencia en la Unión Soviética, utilizado durante décadas —e incluso en la actualidad— por estudiantes, traductores y especialistas en lengua española.

    Paralelamente, durante este mismo periodo, impartió clases de español en instituciones vinculadas a las estructuras de seguridad del Estado soviético.

    En 1976 Elena abandonó la URSS para viajar a París, donde su hermana Julia se encontraba gravemente enferma. Dos años después, en 1978, llegó a Madrid. Volvía a una ciudad irreconocible, distinta de aquella que había dejado cuarenta años antes, pero que aún conservaba las huellas de su historia.

    Epílogo: Las últimas calles

    En esos últimos días en Madrid, Elena Rodríguez Danilevskaya recorría las calles de su juventud. Lugares donde había vivido momentos de amor, de plenitud, de tragedia y de pérdida. Aquellos paseos fueron, probablemente, melancólicos.

    De este último tramo de su vida sabemos gracias a los recuerdos que Lázaro Montero de la Fuente dejó en sus Memorias de un don nadie. Allí revela que Elena trabajó en el Instituto de Educación Secundaria Emilia Pardo Bazán, que se encontraba en la calle Santa Brígida 10.
    En ese centro coincidió con su antigua amiga Isabel García Lorca —aunque Isabel, en sus memorias, la confundiera con su hermana Julia—.

    Era febrero. Mi padre, Jorge Diéguez, recordaba que había quedado en visitarla tras regresar de un viaje para esquiar. Cuando volvió, Elena ya no estaba.

    Su muerte llegó el 25 de febrero de 1979. Como su vida, ocurrió en silencio. Según el testimonio de Lázaro Montero de la Fuente:

    “Al cabo de algún tiempo nos avisaron que la habían encontrado muerta en su apartamento. Hallaron entre sus notas el teléfono de Cea y lo reclamaron para que identificase el cadáver. Cea y yo asistiríamos a su entierro en el cementerio de la Almudena, reposando en la vieja sepultura de su padre. Sus alumnas del Instituto ‘Pardo Bazán’ lloraban y le llevaban flores. Elena, sabiéndose evidentemente enferma, había vendido su última estancia, junto a su padre, el viejo general español. Sus compañeros de Instituto no entendían el afecto que había despertado en tan poco tiempo. Era el espíritu del desaparecido Instituto de El Escorial.”

    Así se cerraba la historia pública y personal de Elena Rodríguez Danilevskaya: sin grandes homenajes ni despedidas oficiales, pero con la dignidad silenciosa de quienes han vivido vidas extraordinarias desde la discreción.

    Su hermana Julia vivió hasta 1997 y hoy descansa junto a su esposo, Georges Soria, en el cementerio parisino de Père Lachaise.

    Cuarenta años después, fui a visitarlos. Allí, en la vieja tumba familiar del cementerio de la Almudena, descansan el general republicano José Rodríguez Ramírez y su hija Elena, la joven idealista que vivió tres guerras, dos continentes y una vida que parece novela.

    📚 Fuentes utilizadas en el artículo

    🗃️ Archivos y documentación histórica:

    • Archivo Histórico Provincial de Granada – Expedientes académicos de Julia y Elena Rodríguez Danilevskaya.
    • Archivo de la Internacional Comunista (RGASPI, Moscú) – Cartillas autobiográficas, formularios, expedientes de Elena Rodríguez Danilevskaya, y nota del camarada Luis Balaguer sobre la visita de Felipe Requejo en 1961.
    • Archivo Histórico Militar – Declaraciones de Felipe Requejo tras su detención en 1939.
    • Archivo de Cataluña – Documentación adicional sobre los vínculos educativos y profesionales de las hermanas Rodríguez Danilevskaya.
    • Centre: Arxiu Nacional de Catalunya. Nom del fons: ALEJANDRA DANILEVSKI I JULIA I ELENA RODRÍGUEZ DANILEVSKI (AGE).
    • Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca) – Ficha de Roberto Gómez Hurtado.
    • Expediente personal de Julia Rodríguez Danilevsky, natural de Madrid. Archivo histórico de la Universidad de Granada.
    • Documento en homenaje a Julia Rodríguez, primera mujer Auxiliar de Cátedra de la Universidad de Granada. Archivo histórico de la Universidad de Granada.
    • Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 13 de julio de 1911, Tomo III, página 127 – Solicitud de licencia matrimonial por parte de José Rodríguez Ramírez.
    • Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 20 de octubre de 1925, Tomo IV, página 281.
    • Guía Oficial de España 1935, página 606 – Dirección y profesorado del Instituto del Escorial.

    📚 Libros y memorias:

    • Mijaíl Koltsov, Diarios de la Guerra Española – Testimonio directo sobre Alexandra, Julia y Elena durante su colaboración con los soviéticos en Madrid.
    • Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste – Mención a Julia y Georges Soria en misiones de la NKVD en Teherán.
    • Musa Malinowska y Leonid Eitingon, На предельной высоте (En la altura extrema) – Participación de Elena en operaciones especiales de inteligencia.
    • Zoya Zarubina (ed.), Письма из Владимирской тюрьмы (Cartas desde la prisión de Vladímir) – Testimonio sobre la visita de Elena a Eitingon en la cárcel.
    • Lázaro Montero de la Fuente, Memorias de un don nadie – Relato sobre la muerte de Elena y su entierro en Madrid.
    • Recuerdos míos, Isabel García Lorca, Editorial Crítica, 2002. Testimonio personal sobre la familia Rodríguez Danilevsky durante su estancia en Granada.
    • Ю.Я. Соловьев, Воспоминания дипломата 1893–1922 (Memorias de un diplomático 1893–1922).

    📰 Artículos de investigación histórica:

    • Juan Cobo Orts, Поворот жизненной стрелки (El giro de la flecha vital) – Artículo sobre la familia Rodríguez Danilevskaya y su destino en la URSS.
    • Juan Cobo Orts, Испанская внучка писателя Данилевского (La nieta española del escritor Danilevsky) – Publicado en ruso.
    • Artículo en Proza.ru: https://proza.ru/2012/08/10/1386 – Sobre el memorial en la tumba del escritor Grigori Danilevskiy en Prishibka.
    • Михаил Шольц, Евгения Карловна Лучинская – Publicación en Proza.ru sobre la pintora rusa vinculada a Alexandra Danilevskaya.

    📰 Prensa y blogs:

    • Blog Reflejos Siglo XXI
      URL: https://reflejossigloxxi.blogspot.com/2020/06/julia-rodriguez-danilevsky.html – Información sobre la participación teatral de las hermanas Rodríguez Danilevskaya.
    • ABC Sevilla, 2 de agosto de 1931, página 40.
    • La Voz, 1 de febrero de 1933.
    • El Bien Público, año LX, número 18259 – 6 de febrero de 1934, artículo de Lorenzo Lafuente Vanrell.
    • La Voz de Menorca, 1 de agosto de 1925.
    • Revista La Semana Gráfica, nº 281, 1931.

    🗣️ Entrevistas y testimonios personales:

    • Entrevista telefónica con Marie Blanche Requejo Carrió y Francisco. Mayo 2020.
    • Entrevista del autor (Jorge Diéguez Cobo) – Apuntes personales, testimonios orales y correspondencia familiar.
    • Carta de Alexandra Danilevskaya, 1961 – Fragmentos extraídos de correspondencia conservada en RGASPI.

  • Mijaíl Koltsov: corresponsal, emisario y testigo privilegiado de la España en guerra

    Mijaíl Koltsov: corresponsal, emisario y testigo privilegiado de la España en guerra

    En el verano de 1936, mientras Europa contenía la respiración ante la inminencia de una gran guerra, el Kremlin tomó una decisión discreta pero estratégica: enviar a España a uno de sus periodistas más brillantes y mejor conectados con la élite del poder soviético.
    Su nombre real era Moiséi Fridliand, pero todos lo conocían como Mijaíl Koltsov —editor de Ogoniok y Krokodil, fundador del conglomerado editorial ЖУРГАЗ, corresponsal estrella de Pravda, hombre de confianza de Lev Méjlis y cercano al núcleo dirigente del Partido Comunista de la URSS.

    Koltsov no es solo un personaje de relevancia histórica: es también una figura central en mi propia investigación. Aparece en fotos junto a mi abuelo Isidoro Diéguez Dueñas, testimonio de la estrecha colaboración que ambos mantuvieron durante el asedio de Madrid.

    Madrid, 23-10-1936.- Acto político del PCE celebrado en el cine Monumental. De izda a dcha: Isidoro Diéguez, Francisco Antón, José Díaz y Mijail Koltsov. EFE/jgb
    Foto original en: https://efs.efeservicios.com/foto/guerra-civil-espanola/8001927014

    Asimismo, mantuvo una vinculación estrecha con las hermanas Elena y Julia Rodríguez Danilevskie, figuras íntimamente ligadas a mi familia(Cobo) y sobre las que he investigado en profundidad.
    No en vano, Koltsov habla de ellas en su libro Diario de la guerra española, donde sus descripciones aportan pistas valiosas sobre su relación y el contexto en el que se conocieron.

    1931: la primera mirada

    En abril de 1931, apenas proclamada la Segunda República, Koltsov visita Madrid.
    Su objetivo no era únicamente periodístico: se trataba de “tomar el pulso” a la situación política y evaluar cómo la recién legalizado Partido Comunista de España estaba aprovechando las nuevas libertades.

    El resultado de aquel viaje fue el libro Испанская весна (La primavera española), en el que lanzaba una dura crítica a la dirección comunista:

    «Los comunistas españoles se durmieron en el inicio de la revolución.»

    Su juicio no fue intrascendente. Un año después, el Comintern, bajo influencia soviética, promovió un cambio en la dirección del PCE, apartando a quienes defendían mantener contacto con los sectores trotskistas, entonces objeto del odio personal de Stalin.

    Koltsov, astuto y consciente de los límites del “Huésped del Kremlin”, sabía qué temas y qué nombres podían costar una carrera… o la vida. En 1923 ya había aprendido la lección tras un fotorreportaje sobre Trotski que molestó a Stalin. Desde entonces, sus textos mostraban un alineamiento absoluto con la política oficial. Su intuición no le falló: seis años después, en 1940, Stalin se cobraría la vida de Trotski a través del español Ramón Mercader, formado precisamente en el ambiente de la Guerra Civil.

    Agosto de 1936: corresponsal… y algo más

    La llegada de Mijaíl Koltsov a la España en guerra no fue fruto del azar ni de una simple decisión editorial: fue una misión autorizada personalmente por Stalin y gestionada por su hombre de confianza en la prensa soviética, Lev Méjlis —entonces editor de Pravda y futuro jefe de la Dirección Política del Ejército Rojo. El documento de solicitud, dirigido a la cúpula del poder soviético, es explícito:

    «Товарищам Сталину, Кагановичу, Андрееву, Жданову, Ежову.
    Редакция просит разрешить посылку в Испанию в качестве специального корреспондента “Правды” тов. Михаила Кольцова. Согласие товарища Сталина имеется. Просьба отпустить на расходы 1200 долларов.
    Редактор “Правды” Л. Мехлис.»
    (A los camaradas Stalin, Kaganóvich, Andréiev, Zhdánov, Yezhov. La redacción solicita permiso para enviar a España, como corresponsal especial de “Pravda”, al camarada Mijaíl Koltsov. Se cuenta con el consentimiento del camarada Stalin. Solicito asignar 1.200 dólares para gastos. Editor de “Pravda”, L. Méjlis.)

    Así, en agosto de 1936, Koltsov desembarcó en la zona republicana con credenciales periodísticas y una misión política clara: informar, influir y observar para Moscú en un momento en que la Guerra Civil española se convertía en un laboratorio de ensayo para las potencias y las ideologías europeas.

    Llegó primero a Barcelona, epicentro del fervor revolucionario, y desde allí, acompañado por Marina Ginestà —joven miliciana y periodista— como intérprete, se dirigió al frente de Aragón.

    El 14 de agosto entrevistó a Buenaventura Durruti, líder anarquista convertido en símbolo internacional de la resistencia antifascista. El fotógrafo Juan Guzmán inmortalizó el momento.

    14 de agosto de 1936, Bujaraloz (Zaragoza): a la izquierda, Marina Ginestà, en el centro, con gorro rojo y negro, Buenaventura Durruti, y a la derecha, Mijaíl Koltsov,

    Madrid sitiada: Koltsov no solo actúa como periodista

    En el otoño de 1936, Koltsov se instaló primero en el Hotel Palace —donde coincidía con otros consejeros soviéticos— y, posteriormente, en el Hotel Florida, en plena plaza de Callao, epicentro de la vida periodística internacional durante el asedio de Madrid. Allí convivía con corresponsales como Ernest Hemingway, Herbert Matthews o Martha Gellhorn, compartiendo noches de tinta, humo y discusiones sobre la guerra.

    Desde su habitación escribió crónicas como «El contragolpe» (Ответный удар, Pravda, 1 de noviembre de 1936), donde narraba un contraataque republicano planificado al detalle, destacando la coordinación de tanques, aviación y artillería y la moral combativa frente a la agresión fascista.

    «puede en un instante inflamar el corazón de los combatientes y llevarlos a hazañas que asombren a todo el mundo».

    Pero su actividad en Madrid no se limitaba al periodismo. Desde el Florida mantenía reuniones discretas con dirigentes del PCE y con “asesores” soviéticos en España, entre ellos Alexander Orlov y Iósif Grigulevich. Bajo la apariencia de consejeros militares, ambos eran altos agentes de los servicios especiales soviéticos, implicados más tarde en operaciones clandestinas como el secuestro y asesinato de Andreu Nin.

    7 de noviembre de 1936. Mientras la Casa de Campo se convertía en el escenario de intensos combates —las tropas franquistas trataban de romper la defensa republicana organizada por la Junta de Defensa de Madrid—, en el cercano Hotel Palace, convertido en centro de operaciones de los consejeros soviéticos, se celebraba el aniversario de la Revolución de Octubre.

    La cámara de Roman Karmen inmortalizó esa mesa, que es casi un organigrama del aparato soviético en España. La fotografía, hoy custodiada en el Archivo Estatal Militar de Rusia (Российский государственный военный архив, RGVA), es una prueba visual de cómo, en la capital asediada, los soviéticos concentraron al enviado especial de Stalin, agentes del NKVD y de la inteligencia militar del GRU, en un mismo espacio de decisión e influencia.

    En la foto vemos a Paulina Abramson, traductora del cineasta Roman Karmen y posteriormente esposa de Hadji Mamsurov; Iosif Ratner, asesor en inteligencia militar y ayudante del agregado militar soviético en España; Mijaíl Koltsov, periodista estrella de Pravda y enlace de confianza entre Moscú y el frente español; Vladímir Górev, principal asesor militar soviético y agregado militar en la legación soviética, ejecutado en 1938 durante las purgas; Alexander Orlov, residente del NKVD en España, jefe de seguridad interna y contrainteligencia, implicado en la eliminación de opositores como Andreu Nin y desertor a EE. UU. en 1938; Soledad Sancha, traductora y colaboradora de Orlov; Luis Lacasa, arquitecto español vinculado a la inteligencia soviética y posteriormente exiliado en la URSS; y Hadji Mamsurov, asesor militar del Estado Mayor republicano, agente del GRU y más tarde subdirector de la inteligencia militar soviética.

    Colaboración con el PCE y la sombra de Paracuellos

    Más allá de sus funciones como corresponsal, Koltsov fue visto por varios historiadores como un enlace privilegiado entre Moscú y la dirección del PCE madrileño, con acceso directo a figuras clave como Pedro Checa y al aparato de seguridad republicano.

    Autores como Antony Beevor o Ian Gibson han apuntado que, junto con Orlov, Koltsov pudo influir en la línea dura adoptada por el PCE durante la crisis de noviembre de 1936, coincidiendo con las matanzas de Paracuellos del Jarama. Algunos testimonios —y pasajes de su Diario de la guerra española— sugieren que estuvo presente o indirectamente involucrado en conversaciones estratégicas en vísperas de las sacas de presos.

    Sin embargo, investigaciones como las de Julius Ruiz o Javier Cervera advierten que no hay pruebas documentales que lo sitúen en la cadena de mando de las ejecuciones. La responsabilidad operativa recayó en autoridades españolas, aunque la presión política y la influencia ideológica soviética pudieron jugar un papel determinante en la justificación de aquellas acciones.

    Corresponsal de Pravda Mijaíl Koltsov, el editor V. Kann (Víktor) y el comisario de la división Vidal.
    Foto: proporcionada por RGAPSI.

    Valencia: capital provisional y centro de propaganda

    En noviembre de 1936, cuando el Gobierno de la República traslada su sede de Madrid a Valencia ante el inminente cerco franquista, Koltsov se desplaza también a la nueva capital provisional. Allí, entre el bullicio de ministerios improvisados y redacciones reubicadas, mantiene su labor de corresponsal de Pravda, pero también actúa como enlace entre la delegación soviética y la dirección del PCE.

    Participa en reuniones estratégicas vinculadas a la propaganda y a la coordinación con las Brigadas Internacionales, reforzando la narrativa de resistencia ante la opinión pública extranjera. Las crónicas enviadas en esta etapa, más escasas pero políticamente densas, muestran un cambio de tono: menos centradas en la inmediatez de la batalla y más enfocadas en la legitimidad del Gobierno republicano, buscando apoyo internacional y cohesión interna.

    Su presencia se hace especialmente visible en julio de 1937, durante el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, un gran encuentro antifascista celebrado entre Valencia, Madrid y Barcelona. Reunió a intelectuales de renombre como Ernest Hemingway, André Malraux, Pablo Neruda, Octavio Paz, Marina Tsvetáieva y César Vallejo, entre muchos otros. Koltsov asistió no solo como periodista, sino también como figura de enlace político, aportando la voz y el respaldo de la Unión Soviética en un foro que pretendía movilizar a la élite cultural internacional a favor de la República.

    Valencia, julio de 1937. Tolstoi y Koltsov en el Congreso Internacional antifascista https://www.abc.es/archivo/fotos/tolstoi-y-koltsov-en-el-congreso-internacional-antifascista-5979472.html

    El congreso fue mucho más que un evento literario: tuvo un marcado carácter propagandístico, pensado para reforzar la legitimidad republicana y proyectar al exterior una imagen cohesionada del antifascismo. En este ambiente, Koltsov alternaba intervenciones públicas con conversaciones discretas con miembros del PCE y representantes soviéticos. Sus textos de esta etapa reflejan esa doble vertiente: exaltación cultural y compromiso político, en perfecta sintonía con la estrategia de Moscú para España.

    En ella Isidoro Dieguez junto a Dolores Ibarruri, Mijail Kolltsov, Alexei Tolstoy, Francisco Antón. Posiblemente se trate de una foto realizada durante el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que se realizo en Madrid, Valencia y Barcelona en el año 1937.

    Entre el frente y la intriga política

    Koltsov se desplazó al Frente de Aragón, donde documentó las operaciones republicanas y el difícil equilibrio político entre las distintas fuerzas que componían el bando leal. Desde allí envió crónicas en las que elogiaba el coraje de los combatientes, pero también advertía sobre la falta de coordinación, las deficiencias logísticas y la burocracia que —según él— minaban el esfuerzo de guerra.

    En sus desplazamientos al frente, Koltsov mantenía un contacto directo con mandos militares y comisarios políticos, y era recibido en las posiciones como una figura de prestigio que combinaba la labor periodística con la de asesor político.

    Su estancia en Aragón coincidió con un periodo de fuertes tensiones internas en el bando republicano, especialmente tras los sucesos de mayo en Barcelona y la ofensiva contra el POUM. En este contexto, el comisario general de las Brigadas Internacionales, André Marty, envió en 1937 un informe directo a Stalin —saltándose los canales habituales de la Komintern— en el que acusaba a Koltsov de extralimitarse en sus funciones como corresponsal soviético y de implicarse en cuestiones militares y políticas que no le correspondían.

    En sus propias palabras:

    «Su intervención en asuntos militares, el uso de su posición como representante de Moscú y sus contactos con el POUM no son accidentales. Además, su llamada esposa, María Osten, es sin duda agente de la inteligencia alemana, y muchos fracasos militares se deben a su actividad de espionaje».

    María Osten y Koltsov

    A esta denuncia se sumó otro episodio que refleja la autonomía de criterio de Koltsov y que, probablemente, reforzó la desconfianza de Stalin hacia él. Según el estudio de A. Yu. Gavryushina «Испанский период творчества М. Е. Кольцова» (“El periodo español de la obra de M. E. Koltsov”), el 8 de marzo de 1937 Koltsov envió desde Madrid una carta al comisario de Defensa Kliment Voroshílov —con la intención de que fuera transmitida a Stalin— en la que, junto a elogios al valor del pueblo español, incluyó una valoración muy negativa del presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero, a quien acusaba de simpatías hacia el trotskismo y de falta de alineamiento con las directrices soviéticas. Gavryushina reproduce un fragmento del contenido y lo vincula a anotaciones realizadas por el propio Stalin en los márgenes del documento.

    Ese mismo año, Koltsov regresó temporalmente a Moscú para asistir a las celebraciones del 1 de mayo. Fue recibido con honores, condecorado con la Orden de la Bandera Roja y elegido diputado del Soviet Supremo, pero en privado percibió señales inquietantes. En una recepción en el Kremlin, Stalin le preguntó:

    «¿Tiene usted revólver, camarada Koltsov? — No. — Mejor así. Excelente».
    Un comentario que, según testigos, le dejó pensativo y preocupado por el cambio de tono en su relación con el líder soviético.

    A su vuelta a España, Koltsov continuó su labor, pero el clima había cambiado. Su papel de observador privilegiado se veía cada vez más limitado, y la desconfianza hacia él en ciertos círculos del NKVD y la Internacional Comunista crecía.

    Regreso a Moscú, detención y destino final

    En junio de 1938 fue llamado nuevamente a Moscú bajo el pretexto de tareas en Pravda. Esta vez, ya no regresaría a España. El contexto era el de las purgas estalinistas, que alcanzaban a veteranos de la guerra de España y a figuras con independencia de criterio.

    Pese a seguir publicando y manteniendo cierta actividad pública, Koltsov estaba ya bajo estrecha vigilancia.

    El 13 de diciembre de 1938 fue arrestado por el NKVD acusado de espionaje, traición y de «vínculos con trotskistas».

    Mijail Kolstov. Foto de la ficha de la NKVD

    El 2 de febrero de 1940, tras un proceso sumario en la prisión de Butyrka, fue ejecutado.
    Muchos de los protagonistas de esta historia corrieron una suerte parecida: la maquinaria de Stalin fue implacable, y su engranaje de purgas y sospechas no dejó resquicio para la lealtad pasada.
    Pareja y colaboradora de Koltsov durante su misión en España, la periodista alemana María Osten tampoco logró escapar de la máquina represiva. Después de que Koltsov fuese arrestado, ella acudió desde París a Moscú con la esperanza de interceder por él. Sin embargo, fue detenida en junio de 1941 por orden del NKVD, acusada de espionaje debido a su origen alemán y su relación con un «enemigo del pueblo». En agosto de 1942 fue condenada a muerte y ejecutada ese mismo mes en Saratov o Moscú. Fue rehabilitada póstumamente en 1957.

    María Osten – Foto de la ficha de la NKVD

    Publicaciones y estudios

    1. A. Yu. Gavryushina – Испанский период творчества М. Е. Кольцова – carta a Voroshílov/Stalin sobre Largo Caballero (1937).
    2. Paul Preston – Idealistas bajo las balas, El holocausto español – contexto sobre Koltsov, Hotel Florida, relaciones con Hemingway, Orlov, NKVD.
    3. Ángel Viñas – El escudo de la República – inteligencia soviética en España, papel de Koltsov.
    4. Radosh, Habeck, Sevostianov – España traicionada: Stalin y la guerra civil – operaciones clandestinas soviéticas, Orlov y Grigulevich, Paracuellos.

    Prensa y textos de época
    5. Mijaíl Koltsov – «Ответный удар» (Pravda, 1/11/1936) – crónica del contraataque en Madrid.
    6. Izvestia (1936-37) – referencias a la actividad de Koltsov en España.

    Fotografías y archivos gráficos
    7. Roman Karmen – Fotografía Hotel Palace, Madrid, 7/11/1936 (Koltsov, Orlov, Gorév, Ratner, Lakasa, Mamzúrov, etc.) – Archivo Militar Ruso.
    8. Foto Koltsov con Isidoro Diéguez Dueñas – Agencia EFE.
    9. Fotografías de Koltsov en Frente de Aragón y Congreso Antifascista de Valencia (julio 1937) – hemerotecas y colecciones gráficas españolas.

    Archivos históricos
    10. RGASPI – documentación de la Internacional Comunista y NKVD sobre Koltsov.
    11. Archivo Histórico del PCE – contactos con dirigentes comunistas españoles.
    12. Base Memorial (memo.ru) – registros biográficos y de represión soviética.

    Fuentes online y testimonios
    13. Blog Little Histories – análisis biográfico y cronología.
    14. Wikipedia (es, ru, en) – verificación de fechas, cargos, lugares.
    15. Testimonio/denuncia de André Marty a Stalin (1937) – en trabajos de Preston y Radosh.